entre
el suelo y el techo.
Atesorar, codiciar,
esa
ambición poderosa
de
tanto mercader de versos,
no
he sabido adquirirla.
Me
dijeron que se compraba
en
el mercado de las azucenas
púrpuras,
pero
ya había cerrado cuando llegué.
Me
distraje, siempre me entretengo
en
las pequeñas cosas,
por
eso me importan tanto.
Mis
ojos se posaron en el quiebro
de
la sombra del junco,
que
en el agua dibujaba un baile perfecto.
Por
eso, no busques en este espacio
lo
que venden en el mercado
de
las azucenas púrpuras,
sólo
hay imágenes de mi pupila y
mil
objetos que se han quedado atrapados
entre
mis yemas.
Nená de la Torriente