jueves, 26 de febrero de 2015


Tanto pecado hoy me agota el alma, 
que he visto morir dos veces viviendo una.

Y no era piar sobre las copas más altas 
con las plumas ebrias, 
era sencillamente salir a cantar; 
poblar con lunas el rizo cerrado de las caracolas 
e invertir la savia de los pinos 
con licor de ajenjo. 

¿Dónde íbamos cuando nos detuvieron? 
Siempre te pregunto lo mismo 
y conozco la misma sin respuesta. 

Tal vez tuvimos libertad algún día 
de entre tantos días, 
cuando las palabras no nos dominaban, 
cuando al alba nos sorprendía la luz tendida 
en la sentina de Foro 
y yo perdía el conocimiento por falta de azúcar,
como una auténtica dama. 

Nunca estuvimos solos 
ni quisimos, 
la vida daba demasiado miedo para ser dioses 
sobre el empedrado, 
ni siquiera pudimos llamarnos alumnos 
de primera fila  
de éste o cualquier paraíso. 

Hoy me dices que nos envidiaban, 
y no puedo por menos 
que 
sonreír 

con extrema artería.  





Nená de la Torriente

domingo, 22 de febrero de 2015


Quererte es mirar a la lluvia 
y sentirse cuenco, 
dejar que ruede como plumón 
sobre la piel cálida; 
estremecerse y volver a estremecerse 
y comprender que nada es explicable, 
ni cuantificable, 
ni ordenable 
en este corazón cardíaco, 
a ritmo acalambrado  por ti. 
Quererte es sonreír al celaje, 
a los lunes como si fueran viernes; 
sentir calor en el vientre 
cuando delante no hay nada, 
amanecer y volver a amanecer 
una y mil veces 
imaginando tu cuerpo en el mío, 
como una sucesión interminable. 
Quererte es grillete, hierro, cautiverio, 
voluntad, rescate, rebeldía. 
Todo, 
a la misma vez. 



Nená de la Torriente

miércoles, 18 de febrero de 2015


Él es todo eso que ronda las sobremesas, 
el gozo de saberse a salvo en horas que dejan 
su apellido aparcado en la mesa. 
Es el abrazo que no acaba nunca 
ni emprende rutas extrañas por las que despistarse 
más allá de cualquier término. 
Él es la paz de los pueblos, 
la ternura, 
la creencia en un mundo hecho a medida 
sin protervos ni santurrones. 
La medida exacta de mi cuerpo, 
de mi esperanza, 
de mi beso. 



Nená de la Torriente

Nos miro y veo de qué modo 
salimos por esa puerta que se asemeja a un muro 
más allá del óvalo del ojo, 
burlando todo el tiempo 
la semilla de lo que fuimos. 
Así es este estar de ahora 
tan ajeno a cualquier otro modo en que vivimos. 
Acariciarnos nuevos, 
salvajes, 
la fogata de dos niños que ya conocen casi todo 
y regresan al mismo descampado 
a herirse las rodillas sin una sola queja. 
La bendición de quererse sin más caprichos, 
olvidando el condicional tan áspero 
que reprocha los después como armas cargadas, 
-ahora sabemos que berra y berrea son la misma cosa 
cuando atendemos sólo a los sonidos- 
¡Qué necios tan atentos a los signos! 
Ya ves si era sencillo, 
que pensamos que el amor nos lo robaría todo, 
y ha sido él quien ha encendido la luz 
y nos ha invitado a ocupar por unas horas, 
esa yacija inmensamente llena. 



Nená de la Torriente

martes, 17 de febrero de 2015


Con esa soledad 
como van cayendo las imágenes 
cada día, 
así van creciendo colores a espaldas 
de nuestra pupila 
-poco adaptada 
a los laberintos de la mente- 
Y hasta alguna vez 
se escucha la melodía del color 
como canto de náyades 
-por tanto amor como hay en el agua- 
pero seguimos pensando 
que sólo hay una única realidad, 
la nuestra, 
cargada hasta el vientre de contras. 
Somos tan estúpidos 
que no reparamos en el rayo de sol 
que acaricia nuestros dedos 
anunciándonos el cambio, 
el devenir más extraordinario que existe: 
La posibilidad, 

la evolución, 

el avance. 



Nená de la Torriente

sábado, 14 de febrero de 2015


Quizá sólo queda
un corrusco enojado con el vino
y un estado de inconsciencia;
el sonido que golpea la mesa
con una palma contundente y anónima.

Venerar una sola nube por noche 
para no ser inoculado 
y perderse 
en una urbe mezquina de frases hechas. 

Ser ese vacío amarillento que encanalla 
al amante, 
cerrando las puertas y extraviando las llaves 
para que no abran ninguna falleba.

Tal vez sólo queda
la sed de unos cuerpos
que nutrieron el compromiso de la ausencia,
un gesto debajo de las cejas
cautivador y delirante
que buscó hermosos espejismos
donde alojar a la vida.


Nená de la Torriente

martes, 10 de febrero de 2015

Gracias gorrión...


Él me dijo: Voy a ser feliz. 
Y consiguió que yo lo fuera. 

Sólo quiero escribirte. 
Dentro de ese azul infinito 
está mi voluntad de quererte, 
y no anda cuestionándose  horas 
ni minutos, 
ni la herencia de una Marilyn 
en busca de una prenda con más peso. 
Dentro de ese azul que me asusta, 
tus ojos, 
dos caballos de humo 
arengando de norte a sur mi cadera, 
porque a la luz de ninguna lámpara 
me quedo presa 
y tu cuerpo es la única realidad 
que existe. 



Nená de la Torriente

lunes, 9 de febrero de 2015

En soberbio movimiento,

casi tan despacio 
como caen los copos de nieve, 
así tu llegada en la artesa 
se vuelca; 
no solemos aprender 
tan premiosamente 
en este finito alígero 
y vulnerado por todos. 
Quiero conocerte dócil, 
secreto, 
siendo para mí un advenimiento 
de poesía clandestina, 
una pausa en este escarmiento 
de avisos inoportunos y crónicos. 
Déjame permanecer a tu lado 
un poco más, 
y tal vez más, 
y  mucho más.  



Nená de la Torriente

martes, 3 de febrero de 2015


Ambiciono un poco de paz 
en esta vida a veces tan siniestra, 
donde repasar colores no sea un acto de fe. 
Ambiciono un espacio tan tuyo y que parezca tan mío 
que ambos andemos descalzos todo el tiempo. 
Ambiciono la verdad en la cabeza del niño 
y toda la fuerza en los brazos de aquel 
que me tenga en lo que siento, 
que no quede más distancia que el recorrido 
de mis hombros  
en las palmas de sus manos. 
Ambiciono escapar de las excusas 
y de los dictados a medias, 
y voltear la manta de los caprichos 
para dejar espacio a lo que venga. 
Ambiciono despertar una mañana 
sin ambicionar nada, 
y encontrar tus ojos en los míos
sonriendo, 
como dos puntas de flecha en la oscuridad. 




Nená de la Torriente

Yo quería sembrar lagunas de moscatel 
y anudar las nubes para sentar girasoles, 
pescar gaviotas con manzanas 
y dejar que los peces anidaran en los trigales. 
Yo quería llamarme por tu nombre 
alguna vez, 
y contarte a que sabe la niñez 
y a que huelen las horas colmadas. 
Quería cubrir con ramas el sol 
para escribir sobre otoños en lumbre 
y dejar que fuera el helado el que buscase 
el calor de una boca, 
que la lluvia saltase desde el suelo 
haciendo giros de cometa, 
para ser la gota enhebrada en el vacío 
y el vacío de esa misma gota.
Yo quería pasar deprisa 
y volé tan bajito, 
que hasta las conmovidas aves 
intentaron tirar de mí. 




Nená de la Torriente

domingo, 1 de febrero de 2015

Y Aun Así


Tengo la licencia de las cosas inconclusas 
y el gesto patibulario, 
cuando intento escribir como los otros 

y aun así te amo. 

Me acerco a los estanques como rinocantante 
nunca como nenúfar, 
cuando sólo quiero beberte en agua, 

pero aun así no consigo matar la sed de ti. 

Todo se vuelve gris cuando recito en alto, 
el condómino forzoso 
de mi garganta en el aire 

y aun así estoy recitando para tus oídos. 

Me alimento de la pesadilla de andar derribada 
hora tras hora, 
como anta mordida por un dinosaurio 

y aun así pienso sólo en ti. 

Si vas a llegar sáltate todos los muros 
e invoca a un Dios temerario,
porque la vida nos ha reunido mucho antes 
de que matrimoniarse fuera un concordato, 

y amar, 
                                   aquella promesa de ser 
una apuesta segura. 




Nená de la Torriente