domingo, 31 de marzo de 2013



Lo que ocultas es tuyo 
y no deseo ni voy a preguntártelo. 




Si alguna vez quieres contarlo 
aquí estaré, 
me sobra todo el tiempo 
y hasta el no tiempo no resonando, 
porque hoy estoy contigo. 
Se sobrestiman las palabras 
cuando hay silencios 
mucho más habladores. 
No es preciso un prontuario, 
ni un curriculum, 
ni unas dilatadas memorias 
para mirarte.






Tampoco un calendario con meses por venir. 
Mucho menos un certificado de penales 
o tu fe de bautismo, 
tus amores y desamores o tus desatinos 
laborales, 
porque te estoy sintiendo conmigo. 
Tu pozo es tuyo,  no te sientas apremiado, 
no necesito saber. 




Nená de la Torriente

‘Si es pá ahí es pá ahí’


Hay lugares sencillos 
que no necesitan de cartas complicadas. 
Elementales y sutiles espacios 
donde el corazón se abre; 
alguno al verlo abierto,  teme,  y 
no sabiendo con exactitud cual es la amenaza, 
altera las señales para confundir 
a cualquier corazón que se acerque 
-para que luego digan que el corazón es sabio…- 
Hay sentidos,  obligadas trayectorias 
que nos unen al camino de otros viajeros, 
así que extiende tu palma,  ofrece tu mano 
y no te plantees retroceder todavía. 



Nená de la Torriente

-Al bello sonido de las campanas-


Cuando escribo 
soy la persona menos sola del planeta, 
como esas campanas de domingo, 
nada ajenas al olor del espliego y al oído 
del que finge estar dormido. 





Cuando escribo 
vivo en el corazón de muchos otros, 
y mi sangre es la misma que su sangre; 
y soy pescador y frutera,  panadero, 
sacerdote y médico con maletín lleno 
de tiritas. 
Cuando escribo comparte mi voz el 
sonido de todas las lenguas,  y el yo es un tú, 
y el tú es un aquellos,  y acercar todo esto 
es menos misión que sueño y 
me hace dichosa andar entre los ojos abiertos 
de otras estepas. 
Cuando escribo mi mano es la mano 
de cientos de manos,  con sus cientos de dígitos 
y Dios anda detrás de todas ellas. 
Cuando escribo 
no soy la sombra de un cuerpo,  soy el cuerpo 
de todas las sombras 
que quiere sobrevolar lo que aún ninguna conoce, 
y tañer,  como esa campana,  lo que todos padecemos. 
'Vendrán tiempos mejores' 
-Eso están diciendo ahora,  este domingo 31- 



Nená de la Torriente

sábado, 30 de marzo de 2013


De cuando en cuando 
abro la maleta de los duelos 
y derramo una copa de vino 
negro, 
de uva negra como la africana 
sombra,  y me acuesto con el hueso 
de la exactitud. 
Dejo que el dolor me extirpe 
la sonrisa y cosa mis labios 
con crisantemos, 
pero no me muestro, 
me escondo 
tras la ventana para que no me vean. 
De cuando en cuando 
tiro los trastos inútiles y me río 
de la risa, 
hago burla a la propia burla,  y 
guiño un ojo a los tarambanas. 
Busco la luz detrás de la luz y 
soplo a la levedad con algo parecido 
a un beso. 
De cuando en cuando 
me doy como una baraja a medias 
que se rompe para entremezclarse, 
y va de mí la negrura 
y el ingenuo destello de la carcajada, 
el hueso y el corazón. 




Nená de la Torriente

-Al joven conquistador-


-La chinita opina-

Las niñas bonitas 
quieren ser adoradas. 
Sí,  tienen peana,  y 
alguna de gran alzada. 
Necesitan ser mitificadas, 
endiosadas,  pero 
nadie las entiende. 




Reiníciate,  no es tan complicado.  
Las niñas bonitas necesitan mucho, 
son preciosas pero son inseguras. 
Se les exige más que a las cacatúas 
aunque te parezca increíble. 
Precisan amor y adoración 
por tu parte. 
¡Entérate,  estate a la altura! 
Si quieres un bombón 
idolatra y venera y ama 
incondicional, 
incondicional, 
sin mente,  si así se requiere.
Y si no puedes,  no sabes, 
o no te place, 
pichón,  ahueca, 
ahueca el ala.


Nená de la Torriente

Tenemos las letras torcidas 
de tanto encorvar el paso. 
Corva,  curvada la luna, 
el ojo curvo en su órbita circular. 
¿Y dónde están las alargadas líneas 
las distinguidas y fúnebres, 
las llamadas espiritosas antes 
de doblarse ante un buen jarro? 
Solas. 
Siempre solas 
por imposibilidad de ayuntamiento. 
¿Y acaso lloran? 
No,  en su elegante postura no necesitan 
ese manoseo 
de unas con otras y hasta les resulta
grotesco. 




Nená de la Torriente

viernes, 29 de marzo de 2013



A cucharones me voy tomando 
tus lentejas, 
a cucharones el dulce de nubarrones 
que va pasando,  y ese amante gualdo 
que cruza el viento para acariciarme el pelo. 






A cucharones me voy tomando  
tus ganas locas,  
a cucharones el agua fresca de los ríos, 
hasta ese olor a menta,  que viste las bandejas 
como si fueran lechos. 
A cucharones me voy tomando tus venajes, 
a cucharones todos los besos y medio besos
esparcidos, 
y esa mitad del labio que suspira,  esquinando
la palabra que aún no se ha dicho. 




Nená de la Torriente


He soñado que un juez del Tribunal 
Constitucional era honrado,  y hacía una limpia 
con una plática tan elocuente,  que la 
decencia que quedaba en los otros les hacía 
lavarse las manos hasta debajo de las uñas; 
que anulaban las órdenes del ministro de justicia 
por cuestionables todas, 
y le subían al banquillo; 
que renovaban todas y cada una de las leyes 
que dejaban exentos a reyes,  políticos 
y demás personajes públicos. 
He soñado que ardía el Congreso, 
sin políticos dentro, 
lo justo para que en el interior no quedase 
ni un solo banco,  
que fuera calentado por una rabadilla. 
He soñado que el Papa decía: 
Hay que perdonar y ser bueno,
pero la mano siempre firme’.
Y hacía una búsqueda exhaustiva 
de sacerdotes y obispos con las manos sucias, 
y lejos de someterlos a sus tribunales, 
les entregaba a la policía. 
He soñado que la policía era justa, 
independiente, 
sin determinación política, 
como la propia judicatura. 




Nená de la Torriente

jueves, 28 de marzo de 2013




Cuánta soledad hay entre los vivos 
dicen los muertos. 
Se aferran al sexo como el único hilo vital 
de energía traducible,  se enganchan, 
se desenganchan,  es su lenguaje primitivo. 
Siempre está ahí día tras día, 
década tras década. 
Es el roto,  el rasgado en la tierra 
con las orejeras del arado. 
Él,  sujeto a la esteva empuja la cama 
y las bestias tiran,  marcándola en hondo 
a ella,  que aguarda la simiente y la lluvia 
y el gozo del sol y su fuerza. 
Al caer la tarde la tierra busca 
la ternura y el mimo 
y atrae al de manos encallecidas 
hacia la humedad de su dominio. 
Saca lo mejor de él,  quizá esa emoción 
guardada en el bolsillo viejo, 
de la misma camisa que llevó su abuelo. 
El sexo,  tiene más de tierra que de sangre, 
de vida que de recreo,  pero es el juego 
con más teclas,  fichas  
y términos inventados,  que ha sabido 
concebir el hombre. 




Nená de la Torriente

Tengo que decirte que mi arrendadero 
forjado con buen hierro 
está libre de ataduras, 
y los animales pastan libres en los prados, 
y así quiero que sigan. 
No soy un bufón 
pero si tú me ves así ríete, 
ríete todo, 
me agrada que lo hagas.
A mí siempre me dieron miedo 
los payasos,  y pena,  y pesadilla, 
detrás de esa lágrima extraña. 
Cada pieza de tela es del tacto de los 
dedos que la rozan. 
Tú sólo eres aire,  aire ligero. 
¡Muévete,  muévete mucho, 
y hazte viento juguetón y armonioso! 
No esperes a dejar de ser tras la lluvia.



Nená de la Torriente

Cómo protesta el ratón que se cree tigre. 
Cómo la hormiga insignificante, 
cómo el lagarto con su ojo tuerto, 
y aquellos que siempre tuvieron comida en el plato. 




Todo lo que vieron sirvió para 
llenar la panza y hacerse el nido 
más holgado y jubiloso. 
Pensaron:
 ¡Me lo merezco! 
No se les ocurrió 
que eran afortunados, 
no sintieron la mano que les ponía el sustento, 
ni el cielo que dormitaba para que 
pudieran conciliar el sueño, 
mucho menos el sentido de la generosidad. 




Nená de la Torriente

Prueba el elixir de la primavera 
un día de nubarrones de panza abultada 
y peaje de sol temporal. 
Viento tornadizo, 
la sonrisa de la tierra veleidosa, 
las calas volteadas, margaritas en contienda, 
y la azalea fucsia dando codazos al verde 
mínimo de sus hojas. 
Si tienes cerca el mar míralo distante, 
estará alterado,  dinamitante,  convulso, 
haciendo cabriolas blancas sobre un azul grisáceo 
¿Qué me pongo? ¿Qué me pongo? 
Se preguntará. 

Si juntas todas esas imágenes,  olores,  vertidos, 
todo lo que te proporcionan los sentidos, 
tendrás el primer licor de la primavera, 
el que ha llegado aún sin saberse, 
el que tiene sabor a pregunta y a ambrosía. 





Nená de la Torriente

miércoles, 27 de marzo de 2013


Volvían peregrinas las palabras a mi boca, 
y apenas levantaba 
la mayúscula la primera de ellas. 
Venían ateridas del frío de los días 
esperando encontrarme con la luz encendida. 




Las dejé pasar y las puse un abrigo,  
y en bajito las dije que su casa 
siempre sería esa. 
A la mañana siguiente ya habían partido 
y me dejaron la huella de su peso en la lengua. 
Podía leerse: 

Nunca dejaremos de explorar el mundo



Nená de la Torriente

Eres mi bondad. 
No me importa si fuiste pirata 
o mercader,  si estiras la lana 
o te colocas la nariz de payaso. 
Tú eres mi sombra,  el olivo 
donde reposar un rato en cualquier 
mañana de viento. 




Nená de la Torriente

¿Cuántas veces puede 
uno morirse en un día? 
¿Cuántas veces se nace?  
Se nace con cada cosa hermosa
que miras, 
se nace con un beso en la mejilla, 
se nace con una nube con puntas doradas 
que oculta a un sol dormilón y tímido. 


Se nace con ese plato que hace siglos 
que no comías y que te ha sabido 
a gloria. 
Se nace con el sabor embocado que deja 
un rico tinto. 
Se nace con una bocanada de aire limpio 
con los ojos bien abiertos. 
Se nace con un estupendo abrazo bien sujeto. 

Se muere con la indiferencia al sufrimiento 
de los otros, 
se muere por la impotencia de que no sirva 
tu muerte para nada. 
Se muere por la incomprensión de tanta mala fe 
entre nosotros y otro poco más,  por la falta de amor 
en cada esquina. 
Se muere un trocito por cada golpe que ves y 
no supiste parar,  por cada vacío que se abre y no 
has visto vaciarse. 
Se muere por la distancia que vas tomando contigo
y por esa burla del querido y viejo conocido, 
que no ha sabio entenderte nunca. 
Y te mueres una y dos y muchas veces más 
en un mismo día 
por todo el amor que no has sabido entregar 
y se ha quedado perdido entre palabras. 




Nená de la Torriente

Somos lo que somos, 
pequeñas libretas retorcidas 
abiertas y cerradas por la misma esquina. 
Previsibles en el mismo orden de cosas, 
sin conocerlo, 
o negamos tanto ese conocimiento 
que es un no saberlo rotundo. 
No evitamos el dolor,  sólo lo aplazamos, 
un poco más, 
sólo un poco más -nos decimos- 
No somos necios,  sólo débiles, 
mutilables,  huimos del dolor. 
Una vez que has visto la foto fija y ninguna 
oscilación posible la lágrima se detiene: 
Vale,  ahí estás tú y no hay arco iris, 
pero tu corazón está vivo y se resiste 
a que lo pinten de gris. 
No me hables de la bondad humana, 
me suele entrar la risa. 
Sorpréndeme,  háblame de ti. 



Nená de la Torriente

Creo que hay normas que están 
rabiosamente para saltárselas, 
son una provocación para los  sentidos 
y otras son incuestionables 
por el propio sentido común.




Posiblemente no debieran llamarse ni norma. 

Me confundo y mucho cuando en una misma 
situación puedo oírme pensar: 
El ser humano es mucho más estúpido 
de lo que parece, 
y el ser humano es mucho menos estúpido 
de lo que parece. 
Suena a  absurdez focalizada,  pero hay matices 
en que el ser humano es tan ridículo  
que puede ser lo más y lo menos en el mismo 
espacio.  

Me maravilla y me agota. 

Hasta ahora sólo he visto gente triste,  egoísta, 
¡Qué no me quiten mi capricho! 
que lamentan el dolor ajeno,  pero lo justo. 
El ombligo a salvo,  ausente todo 
de la boca de la piel del estómago. 
Y alguna que otra persona extraña,
-digo extraña por ser inusual-, entregada, 
que donde hubo un ombligo tiene un laberinto de
afectos a espuertas,
a la que no deseo indagar sino agradecer.



Nená de la Torriente

martes, 26 de marzo de 2013


Cada día es un mañana. 
Pienso con la pausa del hoy 
lo que ya sucede,  para seguir 
aconteciendo y dar giros 
inesperados. 
Sólo me limito a que lo inesperado 
no lo sea tanto,  y ganarle a la vida 
por una manga. 
Aunque creo que este juego ha empezado 
a aburrirme, 
y estoy pensando en cambiarle las fichas. 




Nená de la Torriente