A
cucharones me voy tomando
tus
lentejas,
a
cucharones el dulce de nubarrones
que
va pasando, y ese amante gualdo
que
cruza el viento para acariciarme el pelo.
A
cucharones me voy tomando
tus ganas locas,
a
cucharones el agua fresca de los ríos,
hasta ese olor a menta, que viste las bandejas
como
si fueran lechos.
A
cucharones me voy tomando tus venajes,
a
cucharones todos los besos y medio besos
esparcidos,
y
esa mitad del labio que suspira, esquinando
la
palabra que aún no se ha dicho.
Nená de la Torriente