como
un amante celoso.
A
veces la dejo que pase
con
cierta desidia,
otras
la espero despeinada
y
se me agita el pecho
preparando
copas limpias.
A menudo la ignoro sin darme cuenta,
la dejo que suceda escribiendo poemas
hasta
alcanzar la madrugada,
pero no sé qué día tengo que tachar
del
calendario.
Esa
dualidad de lunas y soles,
blancos
y negros,
claridades, oscuridades,
noches
y mañanas
no
siempre tienen lindes cerradas.
El
día lo decide uno, cuando su cuerpo
se
lo permite, y a veces
saltándose todas las licencias,
y
la noche no es más que la melena larga
de
las últimas horas,
antes
de cortarse de nuevo
el
pelo.
Nená de la Torriente