miércoles, 13 de marzo de 2013


La noche llama a mi puerta 
como un amante celoso. 
A veces la dejo que pase 
con cierta desidia, 
otras la espero despeinada 
y se me agita el pecho 
preparando copas limpias. 

A menudo la ignoro sin darme cuenta, 
la dejo que suceda escribiendo poemas 
hasta alcanzar la madrugada, 
pero no sé qué día tengo que tachar 
del calendario. 
Esa dualidad de lunas y soles, 
blancos y negros, 
claridades,  oscuridades, 
noches y mañanas 
no siempre tienen lindes cerradas. 
El día lo decide uno,  cuando su cuerpo 
se lo permite,  y a veces 
saltándose todas las licencias, 
y la noche no es más que la melena larga 
de las últimas horas, 
antes de cortarse de nuevo 
el pelo. 



Nená de la Torriente