viernes, 22 de marzo de 2013


En esta sala 
entre pulmón y pulmón, 
ahora opaca,  ahora luminosa, 
se conciben muchas cuestiones; 
pensarás que de eso se ocupa el juicio
tan acostumbrado 
a sus estructuras formales. 
Cada parte del cuerpo tiene 
departamentos,  no organizados 
como la organizada desorganización 
de la mente, 
con sus pequeños bargueños, 
y sus espacios que ocupar. 
Allí se preguntan cosas y a veces 
se resuelven,  otras,  tardan mucho 
en ser resueltas. 
El pie se ocupa de su huella 
y juega a hacer abanicos sobre la arena 
húmeda,  descubriendo su peculiaridad, 
también su gozo en noches de vaguedad 
y abandono,  recorriendo la finitud de otro cuerpo. 
Las piernas son muy complejas y tienen 
puntos estratégicos como todo ejército, 
saben y conocen poco a poco como ser sitiadas 
y como enamorar. 
Las manos y los ojos,  son dos tratados a parte, 
con volúmenes inmensos,  de tanto que se 
han indagado ellas mismas. 
Pero en esa sala entre pulmón y pulmón 
hay un mecanismo dispar y atolondrado 
como un nido de golondrinas 
que no sabe bien cómo ni dónde, 
y siempre anda esperando ruidoso 
que le traiga madre comida. 
A veces se queda tan vacío que el viento 
al cruzarlo forma una ola redonda, 
clavándonos las pequeñas pajitas de su casa, 
y el dolor es tan acerado que nos llevamos 
la mano al pecho, 
y otras,  está tan lleno,  y su alboroto es tan 
estrepitoso que igualmente duele, 
hasta su peso gratamente nos sorprende, 
y nos llevamos con distinto ademán 
pero de igual manera la mano al pecho. 



Nená de la Torriente