miércoles, 31 de octubre de 2012

-'Creaturas'-


Devora la afonía el portazo. 
¿Quién era? 
No lo sé. 
Un pulmón de oxígeno, 
otro de barro. 
El ojo órbita libre 
dentro de la pecera 
y parece que sonríe. 




Ha constatado lo que la pericia 
le decía. 
Donde aquél puso su pie 
con infinita soberbia, 
ya se había plantado un cactus 
-pudo no haberlo pisado- 
Todo termina volviendo 
a la mano. 

Mírame,  por fin hablo 
y me siento aún más bonita. 



Nená de la Torriente

Eres el abanico del cielo 
de mi memoria dormida, 
de la noche pasada, 
de la cascada de escalofríos 
que se pierden en la garganta 
hacia un oscuro recóndito.  

Eres la timidez y el abandono 
que se trasforma en llama, 
en el poderoso fuego arrollador 
e ingobernable. 

Eres ese contacto ligero,  detonado 
por una sonrisa,
que se derrama en un universo 
sin cabida en ningún espacio imaginado. 

Eres esa puerta sin salida 
que se esfuma una vez que la has cruzado



Nená de la Torriente

-La clase-



Existe la clase,  un término feo 
por el uso. 
La clase es esa condición y carácter,  gentileza 
que no busca oportunidad en los gestos. 





El elegante lo es,  con independencia  
de lo que tenga,  de dónde haya nacido, 
de que sepa leer o escribir,  o que conozca 
a Leibniz o a Walter Baade. 
Un elegante no tiene complejos,  no conoce 
la envidia,  y si la conoce jamás la muestra. 
Es generoso,  siempre correcto, 
nunca mostrará ese rasgo de vanidad que 
tal vez oculte 
y tendrá una sonrisa dispuesta. 
Hasta enfadado,  su enojo no será venenoso. 
La clase se ve al caminar, 
al coger un vaso,  al ladear la cabeza, 
al reaccionar ante una pregunta hostil, 
al recobrarse ante un halago, 
al aceptar un regalo 
y al recibir una reprimenda. 
Cuando encuentras al elegante
es descubrir un lienzo fantástico, 
tus ojos se pierden en sus gestos, 
no necesariamente en su inteligencia, 
pero es un encuentro para no perdérselo 
y para aprender al detalle. 

-No son las formas,  es el fondo de esas formas, 
la suma de las dos cosas- 




Nená de la Torriente

El verso es ese tacto cálido 
que consuela del desarraigo 
y la falta de ternura. 
El que llega al mismo centro 
de la astilla y la convierte
en papel,  que será palabra, 
que se hará voz a través del labio 
y engendrará el beso tan urgente. 
Es el refugio,  la armonía en este mundo 
tan hostil,  que no responde, 
que no regala,  que no socorre, 
que no protege,  que no sabe querer 
ni pensar más que en su propia grieta. 
Tanto egocentrismo no puede ser bueno, 
ni tanto tipo que se ha tragado 
una percha. 

Estoy cansada. 



Nená de la Torriente

martes, 30 de octubre de 2012


No subas la persiana 
ni enciendas la luz, 
imagina mi alegría tontorrona 
y el brillo de mis ojos. 
Las verdades se ocultan 
para no cargar de cruces a los que quieres, 
para no darles mal. 


En dos segundos me habré tragado las espinas 
y verás mi sonrisa luminosa, 
entonces podrás abrir la ventana 
para que entre la lluvia. 

¡Y haremos una fiesta,
y seremos artificio
como todos los demás! 




Nená de la Torriente

-Me permito-




Me aburro de mí, 
me aburro muchísimo 
como posiblemente te aburra a ti. 
Si al menos pudiera dejar de pensar un rato. 
Así que hoy decido convertirme en una mujer 
superficial,  absolutamente superficial. 
Voy a embadurnarme de cremas, 
faciales y corporales de todo tipo. 
Me haré las uñas,  me arreglaré el pelo, 
la mente en blanco,  la expresión vacua, 
la postura laxa,  dejaré caer mis manos 
tras las muñecas,  ligeramente abatido el labio. 
Voy a entornar los ojos, 
pondré cierto exceso de rimel,
un poco de maquillaje. 
Por la tarde un masaje de pies en un chino 
que no me sablee el bolsillo
-claro que quizá luego no pueda volver a casa- 
Y cuando termine el día 
seguiré en punto muerto, insustancial y vano.
Me haré una limpieza de cutis, 
cerraré los ojos,  me diré 
‘nena eres un bombonazo’ 
y me iré a dormir. 



Nená de la Torriente

-Hipo de café-

Cada capa de rostro 
que se lleva el agua 
es un hoy,  una mañana 
distinta a la anterior 
y bautizada de nuevo. 

Los días no agonizan, 
se lavan,  como debíamos 
rebautizarnos nosotros. 

De qué te sirve a ti la soberbia, 
o a ti esa altivez que te afea tanto. 
Ser más cordiales y mitigar la dureza 
de nuestros gestos 
-no hablamos de interiores calmos 
ni mansos-, 
para que el que tengamos al lado 
al menos pueda sentirse menos solo. 




Nená de la Torriente


Tienes razón,  siempre la tienes. 
Me gusta el lugar que ocupas, 
el lugar que ocupo,  el instinto 
que conserva las palabras. 



El aire que quiera arremolinar las hojas 
es sólo aire,  y me da lo mismo, 
pero me importas y me importo, 
por ser no siendo de ninguna manera 
y de ésta,  tan efímera y extraña. 
La vida tiene cuatro capítulos 
-cuando es generosa-, 
me hubiera gustado estar en alguno 
contigo,  como cactus o marco
de ventana,  timbre de tu puerta, 
o taza de café una mañana de invierno. 
Sonrío,  porque en el fondo 
de algún modo sí estoy 
y he estado a pesar de que no lo creas 
o no lo quieras, 
y aunque el destino no exista. 
Es curioso. 



Nená de la Torriente

lunes, 29 de octubre de 2012




Este Madrid de hoy me respira, 
me acaricia el pelo y me llena de calma, 
aunque en la boca quiera arrancarme 
una muela,  el incisivo,  algo,  lo que sea,
porque me inquieta una parte dentro que 
no adivino. 
Cuando las cosas vienen con ángulo 
en las bandejas uno se yergue,  e intenta 
no inclinar el contenido. 
Yo dejo de pensar lo que no entiendo 
aún siendo consciente de que es una cobardía. 
Madrid gris,  Madrid viejo, 
Madrid del chato de vino, 
tienes todas las preguntas en la boca del metro, 
todas menos una. 



Nená de la Torriente



Hay muchos márgenes, 
extremos,  lados,  caras 
de un mismo sitio, 
que en el fondo no lo es. 
La mirada de las cosas cuenta 
y cuenta mucho,  tanto 
que varía el contenido. 
Tú pensarás que he perdido el juicio 
pero no sabes que no lo he tenido nunca. 
No juzgo,  sólo grito,  de esa manera inconsciente 
de los niños,  sin premeditación,  con inocencia. 

Una tapia,  es la linde de un camino, 
la sombra amable a esa hora ardiente de la tarde. 

De un jardín es el apoyo dulce de la enredadera, 
el puntal del rosal y la buganvilia
el amigo mudo del diván donde nos besamos. 




Nená de la Torriente

La lupa nos acerca lo desafortunado, 
como la exhaustiva búsqueda de los conceptos. 
La sencillez de las cosas no tiene precedentes, 
mirar su belleza con ojos nuevos, 
sin la herencia y las cruces de tantos siglos 
de historia. 
Dádme unos ojos recién nacidos 
dejadme contemplarlo todo
sin curriculum vitae. 

Me deleitaré hasta lo indecible.



Nená de la Torriente

Déjame llegar inesperada 
como el aliento algente 
del agua de la montaña. 
Bebe de mí a cacitos, 
tan despacio, 
que no puedas olvidar 
mi sabor inherente. 



Déjame ser tu esencia, 
el perfume del sueño que 
te persiga,  delimite,  libere, 
adueñe,  seduzca,  ambicione. 
La luz,  el rayo que rompa el 
mundo de parte a parte para 
llegar a tus ojos. 

Déjame ser de ti. 


Nená de la Torriente

domingo, 28 de octubre de 2012

-Al que es un yo sin nombre-


Hoy no estoy confusa. 
Las lindes están para no cruzarse, 
eso dicen en el norte, aunque apetezca 
saltarlas,  y mirar qué frutos guarda el 
sembrado del vecino, qué pastos, 
cómo cuida el ganado. 
Es el respeto, 
ese levantamiento de sombrero, 
tú de txapela  –si es que te brota, 
que lo dudo,  bueno sé que ni de broma- 
y cada uno a sus momentos. 
A punto estuve de ir a mirar tus ojos 
pero por qué venderse a la curiosidad, 
no siendo curiosa, 
o quizá en el fondo era por otra cosa, 
pero eso ya es otra historia. 
Me he concedido en este lapso,  y 
me reprendo,  lo juro. 
Ni una tontería más,  ‘precipitosa’
ni ‘juicipitosa’, 
que el adulto -la, la de la letra comic- 
se vaya por ejemplo de 'no compras'. 



Nená de la Torriente

Retén de ti una parte, 
la humedad que necesites. 
No todo es para obsequiar 
ni ser entregado. 

Calla lo que puedas y debas, 
como sabe vaporizarse el agua 
en minúsculas gotas sobre la hierba 
cuando amanece, 
no todo tu ser van a entenderlo.



El verbo nació para mover las cosas, 
no quiso verlas como parajes estáticos. 
Déjate hacer,  pero guárdate uno 
para saber cuando retirarte. 
 



Nená de la Torriente


Inauguro mi nombre de entre 
todos los nombres 
como un nombre desnudo.
No vuelvo a vestirlo en otoño 
de sus fórmulas melancólicas 
ni me dejo llevar por su apellido 
ocre. 
Siempre me gustó el otoño. 
Su claro encuentro entre el 
color y el no colorido 
es un rellano,  un remanso,  el 
sofá perfecto para echarse una manta 
y pronunciar las perfectas palabras, 
'no estoy'. 
Y la casa oliendo a café y a bizcocho 
de nata, 
y a murmullos de tuberías. 




Nená de la Torriente



Esta madrugada no silba el viento, 
chilla palabras entre cuchillos 
con ese filo fino sin filípicas. 
'Déjame entrar en tu corazón 
me dice,  déjame entrar', 
y enciendo todas las luces 
de la casa para que vea que 
no duermo,  que no va a llevarme 
nunca. 
Sé que no me miente,  pero no 
siempre la agria verdad tengo 
que instalarla en el armario, 
ni la obscena franqueza innecesaria. 
¡No me grites! 
Conozco todas tus palabras,  ni 
siquiera son tuyas de cuna. 
Abanderarse de ideas pisando al que ideó 
a la primera es la cosa más estúpida. 
¡Calma la sed del que quiera gritar 
y deja que grite contigo, 
no vengas hasta esta ventana 
que yo no pretendo nacer de nuevo, ni 
recoger margaritas! 




Nená de la Torriente

sábado, 27 de octubre de 2012


Cuánta verdad guarda el dolor 
y cuánta mentira. 
Todos somos víctimas de nuestra 
propia trampa, 
vamos pisando paja seca 
para no rozar el río, 
¡no hundas el pie 
o sentirás el frío! 


Tontos. 
Incautos del camino vemos la ribera 
segura de todo peligro, 
y el agua no siempre es la amenaza, 
ni tampoco el frío. 




Nená de la Torriente

Soy feliz  
con los pies desnudos 
sobre la acera. 
Ahora que sé que la felicidad 
dura un segundo.

Seré feliz al rato, cuando  vea 
una niña al paso mirándose en 
un cristal,  creyéndose no ser vista. 

Y después,  cuando caigan dos gotas 
y un payés o un hortelano sonría 
por sus hortalizas. 

Soy feliz ahora, 
porque me siento el pulso y 
toco mis labios y noto que aún 
saben plegarse en curvas. 




Nená de la Torriente

-Atropelladamente-


Pido perdón cuando mis dedos 
movidos por mi lengua 
-no por mi cerebro,  soy vocinglera 
de condición-, 
se han excedido con mis semejantes 
igualando maneras: 


Yo puedo entrar dentro de mí y salir 
tantas/cuantas veces quiera como vía ancha 
que dejó de ser vía, 
pero ando en zapatillas en el interior de los 
otros como si fuera mi propio carril 
y yo un ferrocarril sin freno. 
Espero que perdonen mi atrevida visión sin tasa 
que se me olvida que algunos leen, 
y no son máximas ni lecciones de bolsillo, 
son sólo pensamientos -a menudo cansados- 
de esta cabeza de mal asiento. 
Clemencia si abro heridas y no vierto semillas 
porque sí creo en el daño involuntario,  y 
lo único involuntario que debería escapárseme 
amén de necesario son las sonrisas.  
Sean indulgentes conmigo 
por llorar sin pañuelo 
como si nadie pudiera verme 
en esta intimidad farragosa, 
y por gritar tan alto 
que se abra el techo y caigan pedazos de punta, 
sin haber colgado al menos 
un cartel de ¡cuidado, estamos en obras! 




Nená de la Torriente

Dentro de esta barca de ambigüedades 
caben rizos,  lágrimas sin sal,  de caramelo, 
puestas de sol, amanecidas,  dedos largos, 
luego trenzas,  agua, mucho agua, 
gorros y bufandas, piernas de bailarina 
-las de antes-. 
Te quieros  ¿dije te quieros?,  caricias miles, 
roces eternos,  por cada poro,  por cada línea, 
por cada huella,  marca,  peca,  ondulación del 
cuerpo. 
Dentro caben todos los olores,  cada minúscula 
esencia de ser humano, exhalación de todo  
lo que adoro. 
No me importa de quién ni de qué turbación loca 
ni emotividad extraña.
Dentro de esta barca cabe un cosmos,  con la 
divergencia más discordante y más coincidente, 
con los más amables giros que dan las cosas 
en los momentos más insólitos. 



Nená de la Torriente