sábado, 27 de octubre de 2012


-Atropelladamente-


Pido perdón cuando mis dedos 
movidos por mi lengua 
-no por mi cerebro,  soy vocinglera 
de condición-, 
se han excedido con mis semejantes 
igualando maneras: 


Yo puedo entrar dentro de mí y salir 
tantas/cuantas veces quiera como vía ancha 
que dejó de ser vía, 
pero ando en zapatillas en el interior de los 
otros como si fuera mi propio carril 
y yo un ferrocarril sin freno. 
Espero que perdonen mi atrevida visión sin tasa 
que se me olvida que algunos leen, 
y no son máximas ni lecciones de bolsillo, 
son sólo pensamientos -a menudo cansados- 
de esta cabeza de mal asiento. 
Clemencia si abro heridas y no vierto semillas 
porque sí creo en el daño involuntario,  y 
lo único involuntario que debería escapárseme 
amén de necesario son las sonrisas.  
Sean indulgentes conmigo 
por llorar sin pañuelo 
como si nadie pudiera verme 
en esta intimidad farragosa, 
y por gritar tan alto 
que se abra el techo y caigan pedazos de punta, 
sin haber colgado al menos 
un cartel de ¡cuidado, estamos en obras! 




Nená de la Torriente