y tú en cambio te quedas dormido
escondido tras las
acacias,
y esperas que no te lo tenga en cuenta.
Te ofrezco la ternura del roce
más allá de la propia levedad,
balbuceas sin comprender
pensando qué debes pensar
o qué deberías responder,
y esperas que no te lo tenga en cuenta.
Te entrego mi voluntad,
mi horario, mi vigilia, mi duermevela,
agachas la cabeza y hesitas,
no sabes a cambio qué tendrás que hacer
si será un paraíso perfecto,
y esperas que no te lo tenga en cuenta.
Me confieso destronando al complejo
que borbotea dentro de mi cabeza,
divido mi confuso,
le aniquilo,
levanto jardines en el lodazal,
construyo puentes,
arruino deserciones,
me pinto fea para mirarte,
oculto mi belleza
para que no me tengas tan distante
y tú tan receloso,
tan estúpidamente premioso,
y aún esperas que no te lo tenga en cuenta.
Nená de la Torriente