miércoles, 29 de febrero de 2012


Lo complicamos todo, 
lo complico. 
Nos dieron 
unos mapas perfectos, 
tan exactos 
que no estaban esbozados, 
y nos creímos que teníamos, 
que debíamos 
pintarrajearlos, 
como colegiales con mocos. 


Hoy me he cruzado con 
una mujer que sonreía, 
y me he emocionado. 
Me he visto en sus labios, 
en la sencillez de los veinte años, 
con ese modo de mirar el mundo: 
¡Qué gire, yo he llegado! 

¿Por qué no seguí siendo así, 
no era la vida un regalo? 







Nená

Sabes que no sé si puedo sentir 
eso que une a dos peces 
en un mar proceloso. 
Demasiado océano ganado 
a golpe de remo, 
ahogada,  flotando, hundida, 
salvada,  muerta, revivida. 
He visto cómo el sol se bebía 
el piélago,  a sorbos, 
engullía masas de azul 
antes de subir al otro azul del cielo. 
Por eso sé que el amor 
es caprichoso y tragón, 
nunca sabe si querrá 
comer hoy o mañana. 
Siempre puede haber borrasca, 
y una neblina inmensa 
cubrir la línea de ambos 
de un gris marengo perfecto, 
donde todo parece perderse. 








Nená

Como una regadera  
muchos agujeros para este corazón 
y para esta cabeza, 
y tú quieres taparlos.
Todo debe derramarse, 
 hacia donde sea, 
pero ir hacia alguna parte. 



Que no se estanque 
el amor,  que no se pudra la idea. 
Llámame loca,  atolondrada, 
botarate,  imprudente. 
Seguiré siendo una regadera 
con diminutas ventanas 
hacia todas partes, 
para ser movimiento 
y estar en el devenir de las cosas. 








Nená


No me dejes sola 
conmigo, 
sabes que esta otra que sueña 
es muy testaruda. 
Más libre que yo, 
ligera como todas las cosas 
que no respiran. 
Cuando habla como yo 
aún es razonable, 
tiene un propósito 
y vamos juntas. 
Nos indigna a las dos la injusticia,
como nos aburren las trasnochadas
luchas del siglo del Nodo,
rota la zapatilla,
el puño en alto
o la mano alzada,
y todos calentitos y con un rioja. 
Somos perseverantes,
cedemos tres centímetros
si es con educación,
sin ella ni el milímetro, impensable.
Pero cuando la otra se pone romántica 
no hay quien la aguante, 
no sé qué hacer para que se calle.
Anda sé bueno,
no me dejes sola 
conmigo. 







Nená


Sujétame dos letras, 
con las otras tres 
voy a hacer un regalo. 
Necesito una mano para  arañar la tierra, 
tengo que sembrarlas  primero, 
a dos centímetros de hondo,  así, 
ya las he cubierto. 



A las otras dos 
las pondré en maceta, 
no quiero que echen
raíces largas, 
siempre han sido libres, 
una raíz que crezca poco 
es preferible. 
Un poco de agua, 
que el sol ya no muerde 
y se colará en la tierra 
para que mis letras se hagan grandes, 
y el regalo crezca. 
Pero no reveles la siembra, 
será nuestro secreto. 






Nená

martes, 28 de febrero de 2012


Tú. 
Una mariposa en tu nariz. 
Todo lo que vuela me asusta. 
Mirar tus ojos a través del cristal 
me tranquiliza. 
No sé si es por la mariposa, 
o es por ti. 
La mariposa se va. 
Me gusta el cristal,  es cómodo, 
era por ti y por la mariposa. 
Tus manos son bonitas, 
tu voz la de un niño tímido, 
tímidamente orgulloso. 
El cristal me deja oírla 
pero al pegar mi oreja 
siento que puedes acercarte, 
y tiemblo, 
tiemblo como una mariposa, 
como una mariposa que me asusta. 
Deseo escuchar tu voz, 
e intento ser sigilosa. 
La escucho cerca, 
cada vez más cerca, 
pero no puedo despegar 
mi avidez de tu voz. 
El terror es tan sublime 
que noto en mi espalda 
cómo nacen dos enormes alas 
de colores,  
y un cuerpo extraño y feo 
cubre mi cara ,  
mis manos,  mis piernas. 
Soy una horrible mariposa 
de bellísimos colores, 
soy el miedo,  el pánico, 
pero ahora puedo posarme en tu nariz. 








Nená

A ti te apena que la vida 
pase tan deprisa. 
A Paula,  que el día tenga 
tan pocas horas. 
A Alex que le suban 
la gasolina. 
A Manuela que sus hijos 
no quieran estudiar.



A María que su Pedro 
no le dure siempre. 
A mí me apena 
que nunca me sorprenda nadie.
Pequeñas penas,  que juntas 
son muchas. 

Pero a todos nos desconsuelan 
los otros pesares,  los desmedidos,
la condena del día a día 
de este mundo roto, 
lo que nos ahoga a todos 
y no sabemos reparar. 






Nená

Aquí estás,  en este lápiz, 
en el carboncillo burlón 
que deja limaduras 
¿por cuál te escapas? 
Yo juego a seguirte, 
para ver en qué papel te posas 
y qué maravillosa 
casa construyes. 

El papel en blanco late, 
a veces siente tanto miedo 
del lápiz,  que huye 
-me lo ha contado-. 
Otras se brinda generoso, 
sabe quien capitanea el lapicero 
y se siente ufano. 

Yo lloro sobre el papel 
abombo su plana 
y él se ríe: 
¡Me has hecho un campo de minas! 
Sí, -le contesto- pero que quede 
entre nosotros. 







Nená


No regreso,  sigo, 
el pié manda cuando 
estoy dormida. 
Poco decido a medio camino 
porque es el lugar más obsceno 
que conozco. 


Blanco limpio,  reciente,  
un negro perturbador,  excitante,  
¿pero qué es un gris?  
La mitad de un camino, 
un si pero no,  
un intermedio. 
Yo soy raza con itinerario 
desconocido, 
nada envirotada y siempre 
adherida al caos, 
con arranques inexplicables. 
Devota de la bondad del hombre, 
infiel a su vileza. 
Y no regreso, 
si comienzo prosigo. 






Nená

lunes, 27 de febrero de 2012


Seamos verbo,  no carne, 
levedad viva,  no 
peso de pasión tumultuosa. 
Exhalación de magnificencia, 
expresión de otro firmamento. 
Después volvamos a la mano, 
a sus dedos, 
despacio,  muy despacio, 
como quien no recuerda 
de qué mundo regresa. 
La mente ruborizada 
no entiende dónde ha  estado, 
en qué estación paró 
y qué vieron sus ojos. 
El cuerpo,  siempre insignificante, 
le toma la delantera 
con un generoso escalofrío: 
¡Tonta! –Le dice- Has gozado. 

El verso es la vena más antigua 
que une el cielo con la tierra. 






Nená

¿Cómo te enseñaría yo, 
entre tanta cana? 
Lo cerca que estás y siempre lo arruinas. 
Un milímetro y se derrite el azúcar, 
nombras el término inexacto 
que pudre el azucarero de porcelana 
y lo hace perol de hulla. 




Quizá eso quieras, 
el juego de las nadas 
para bailar el débil músculo 
que llevas en el pecho, 
porque dices que dejó de latir un mayo 
de cualquier año que no fue aquel. 
Ahora sólo queda la exigencia 
de esa vena que insufla nervio 
al toro enamorado de la luna, 
lo poco o mucho que pueda, 
para sentirse vivo 
como lo estuvo ayer. 
Y es una lástima, 
yo creo en ese débil latido 
en el pecho, 
que jamás dejó de sonar. 
Pero yo, 
yo no soy nadie,  y tú lo sabes. 




Nená

Eso de trascender 
debe ser romántico, 
a mí me resulta muy novelero. 
Que me recuerden ¿Por qué? 
¿No he dado ya la paliza en vida? 
Dejemos que haya otro 
que dé aún más la somanta, 
y así me olvidan. 
Conocí un poeta de Jerez, 
estupendo escritor, 
estupenda persona, 
que pensaba demasiado 
en el concepto de trascender. 
¿Para qué vivir si no trasciendes? 
Solía plantearse siempre. 
Y pensaba yo sin mover los labios 
dado su excesivo entusiasmo: 
Para qué vivir pensando en lo que dejas. 
Uno anda mirando dónde pone el pié, 
dónde lo coloca,  hacia dónde va. 
Imagino andar haciendo 
muescas en cada roca, 
para que otro sepa que estuvo allí. 
Es como vivir dos veces, 
y ya una suele ser un afán 
la mayoría del tiempo. 
Hermoso,  pero con pocas treguas. 
Sé que hay personas que trascienden 
sin dejar muescas, 
trascienden sin más 
-debieron de dar mucho, 
 pero que mucho denuedo 
a más de un cerebro-. 
¿Pero desearlo? 
Intento entender,  pero no puedo. 








Nená



Sé bien que tu sombra 
me coloca en extrañas baldas, 
y me cuelo en tus brazos, 
cuando tus ojos pasean por mis letras. 





Como sé que tu soberbia 
me tizna de carboncillo 
y me arroja a un abismo 
de sectarios, 
donde no me gusto 
y me aprieta la falda. 

Soy la turba del aplauso 
que busca el arrogante. 
Lo entiendo,  y no es malo, 
es el pan que busca el que tiene hambre. 

Pero aprendo que lejos 
la sombra se hace más delgada, 
y te sobran dríades con 
bellísimos bosques, 
sílfides con irisados remolinos de aire. 

No me necesitas. 
Y los días languidecen con ese color 
perturbador 
que deja la mente agitarse, 
y al corazón azorarse, 
como si se tratase de un juego de niños, 
o de una apuesta baladrona. 






Nená

domingo, 26 de febrero de 2012


Sujétate a mi tabla 
náufrago cansado, 
entre los dos haremos 
un bote de entereza. 
Cruza tu mano 
en mi cintura 
y movamos las manos 
como dos remos. 
La mar sabrá llevarnos 
a la arena,  o
a un nudo de roca. 
Haremos una costura en la  tierra 
como lo que somos, 
dos desamparados, 
no importa entre cuánta humanidad. 







Nená
Me gusta que haya salido el sol 
y tener el flexo encendido, 
es como llevar la vida en capote, 
es hacerla un olé,  y un pase de pecho, 
y un no me entero o me entero 
y qué bello es mi jardín. 
Ya,  ya sé que la prudencia obliga, 
el gasto,  la crisis, y blablabla, 
pero hay diminutas  gratificaciones personales 
que aplastan las crisis como  hormigas. 

Apago el flexo,  ¡oh! he vencido a la ruina, 
soy una ciudadana ejemplar. 

Me desperté con la intención 
de escribirte una carta, 
y sólo recuerdo tres palabras
de una perorata inmensa: 
NO ESTÁS SOLA.

Mírame metida en una maraña
de palabras vanas,
como la propia vida
que hemos construido.
Al menos, este cabo de enredo
está contigo, y siempre sabrás
que estoy.
Soy ese aire, si alguna vez te falta,
y todo el espacio que necesites
de esta cesta, entre tanta banasta,
que nos ha tocado vivir.






Nená

Mírala bien, 
la arena blanca,  suave, 
dócil para tu cuerpo, 
es tu amiga. 
Aquí podrás charlar, 
pensar,  gozar del sol, 
dejarte llevar. 
Si te digo que allí en la roca 
hay pasiones, 
sabrás que allí en la roca 
hay pasión. 
Pero entenderás que para llegar 
hasta allí tendrás que cruzar 
un mar con dos tipos de corrientes, 
tan peligroso, 
que el tesoro multiplica su valor, 
y también desgana el ansia de poseerlo. 
Si te digo que detrás de la roca,  el mar 
es tan cálido que te revive el alma, 
sabrás que detrás de la roca el mar es así. 
Pero también sabrás que la travesía es compleja. 
Dime ahora, 
sabiendo lo bella que es la amistad 
de la arena, 
lo cautivadora que es la roca,  y 
lo plácido que es aquel otro mar 
¿No te cambiarías de playa? 

 -El hombre no  sabe conformarse,              
tiene miedo al peligro,
pero no es feliz si sabe que otro puede tener lo que él desearía-




Nená