Hasta la castañera emigra
a tierras cálidas,
tendré que burlar al frío.
Las manos tiemblan
como cachorros recién nacidos,
este mundo hostil esta frío
para sus ojitos aún por estrenar.
Menos mal, que soy nieta de militar
y marcado llevo el paso,
que si no las piernas serían
dos estalagmitas,
clavadas a pié de asfalto.
¿La nariz? Lo ignoro,
creo que es algo que está
encima de los labios,
si le dan un golpe la pierdo
-eso seguro-.
Esta parte del mundo
está gris y blanca,
bueno más gris que blanca
y a mí me gustan los colores,
aunque no reniego de la lluvia,
que donde esté una buena tormenta
y una taza de caldo,
unos calcetines gruesos
y un enorme ventanal,
que no me vendan nada
que ando ensimismada,
y pongo mi cartel predilecto:
No estoy, por favor
no vuelvan más.
Nená
Necesitamos una plaza de un encuentro verdadero donde unas brasas aviven el hambre, donde la castaña deje de ser despreciada. Todo lo que el capo produce que a la boca vuelva, sin desperdicio.
ResponderEliminarYo no solo no reniego de la lluvia, la ansío.
Duro y certero ese decir de :
Hasta la castañera
emigra
a tierras cálidas.
Reconozco ese lugar de la foto.
Por tu comentario ya me di cuenta. Y sí, bendita sea la lluvia.
ResponderEliminarNená