lunes, 27 de febrero de 2012




Sé bien que tu sombra 
me coloca en extrañas baldas, 
y me cuelo en tus brazos, 
cuando tus ojos pasean por mis letras. 





Como sé que tu soberbia 
me tizna de carboncillo 
y me arroja a un abismo 
de sectarios, 
donde no me gusto 
y me aprieta la falda. 

Soy la turba del aplauso 
que busca el arrogante. 
Lo entiendo,  y no es malo, 
es el pan que busca el que tiene hambre. 

Pero aprendo que lejos 
la sombra se hace más delgada, 
y te sobran dríades con 
bellísimos bosques, 
sílfides con irisados remolinos de aire. 

No me necesitas. 
Y los días languidecen con ese color 
perturbador 
que deja la mente agitarse, 
y al corazón azorarse, 
como si se tratase de un juego de niños, 
o de una apuesta baladrona. 






Nená

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