Ningún camino llega hasta ti,
que hasta hago trampas
y me cuelo por rendijas,
y huecos imperceptibles,
por si los atajos sirvieran,
pero nunca tu voz escucho.
Ninguna hilera de cabezas
de admirada sorpresa,
de aplausos y risas,
de latidos y alborozo,
de silencio secular,
de lo que sea.
Yo sigo buscándote
y sabes que lo hago,
pero no sales a mi encuentro.
Y siendo terca, obstinada,
descendiente ficticia
del capitán Cervera,
que donde ponía el ojo
ponía la bala,
tú te alejas.
No hay modo de encontrarte
más que en la yema del dedo,
en el humo de la chimenea,
o en el eco de mi voz
cuando te dibuja.
Y eso me dejas,
suficiente para buscarte,
día y noche,
noche y día,
hasta que acabe mi edad.
Nená
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