Como el ojo de un pez
abierto siempre,
apresa el desorden del mundo.
La mudanza, la luz,
la estrella bailarina
que se lanza de punta a coma
sin red,
buscando la gloria de unos segundos.
Acecha al mar, el eterno batir,
con sus días de runrún charlatán,
coquetón y alevoso,
y sus tardes de poderoso clamor,
elevado alarido, que franco
se muestra
como lo que siempre ha sido,
una seria amenaza.
Ese ojo de pez,
sabe tanto de mí,
como la roca que acopia mi piel,
mis manos, mis ojos, el temblor y
el silencio a escondidas.
Nená
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