Por ser noble decidiste
clavarme una lanza,
de parte a parte
en el hueco
donde hubo un corazón.
No me dolió nada,
ni el empellón
que me tumbó hacia atrás.
Pero hoy duele la luz que se cuela
en el agujero,
y llena el vacío
de partículas vivas.
Te digo:
¡Sóplame, vacía el hueco de ese polvo
que anida!
Pero noto como cosas
ajenas a mí me están habitando,
y me escuece.
No debiste lanzarme esa lanza.
Yo vivía bien con mi desierto,
te equivocaste,
era cálido, oscuro, seguro,
me lo había ganado.
No hice mal a nadie.
Ahora podría entrar cualquiera,
¿y cómo voy a defenderme?
Nená
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame