miércoles, 22 de febrero de 2012




Déjame creer 
un solo minuto, 
creer como aquel feligrés 
que un domingo vuelve 
a casa henchido, 
con las fuerzas remozadas 
para invadir la semana. 





Déjame creer 
en palabras que habrás dicho 
¿cuántas veces? 
porque entiendo la necesidad, 
y entiendo la imperfección 
de los hombres. 
He aprendido a quererla 
de tanto explicar,  aducir, 
argumentar,  disculpar,  y 
excusarla; 
pero creerla, 
creerla no puedo. 
Déjame creerte 
un sólo minuto, 
uno sólo, 
y mi mundo habrá cambiado. 




Nená

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