Déjame creer
un solo minuto,
creer como aquel feligrés
que un domingo vuelve
a casa henchido,
con las fuerzas remozadas
para invadir la semana.
Déjame creer
en palabras que habrás dicho
¿cuántas veces?
porque entiendo la necesidad,
y entiendo la imperfección
de los hombres.
He aprendido a quererla
de tanto explicar, aducir,
argumentar, disculpar, y
excusarla;
pero creerla,
creerla no puedo.
Déjame creerte
un sólo minuto,
uno sólo,
y mi mundo habrá cambiado.
Nená
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