Tú.
Una mariposa en tu nariz.
Todo lo que vuela me asusta.
Mirar tus ojos a través del cristal
me tranquiliza.
No sé si es por la mariposa,
o es por ti.
La mariposa se va.
Me gusta el cristal, es cómodo,
era por ti y por la mariposa.
Tus manos son bonitas,
tu voz la de un niño tímido,
tímidamente orgulloso.
El cristal me deja oírla
pero al pegar mi oreja
siento que puedes acercarte,
y tiemblo,
tiemblo como una mariposa,
como una mariposa que me asusta.
Deseo escuchar tu voz,
e intento ser sigilosa.
La escucho cerca,
cada vez más cerca,
pero no puedo despegar
mi avidez de tu voz.
El terror es tan sublime
que noto en mi espalda
cómo nacen dos enormes alas
de colores,
y un cuerpo extraño y feo
cubre mi cara ,
mis manos, mis piernas.
Soy una horrible mariposa
de bellísimos colores,
soy el miedo, el pánico,
pero ahora puedo posarme en tu nariz.
Nená
pero no puedo despegar
ResponderEliminarmi avidez de tu voz
Siempre dependemos de un vuelo, Nená. Y quien insista en que no es porque no es consciente de su crisálida.
Besos.
Es posible que dependamos de un vuelo, o dos o tres, pero no necesariamente se es o no consciente. Yo admiro el tesón, la insistencia.
ResponderEliminarBeso,
Nená