Ella
espera el aire frío de la mañana,
la
sonrisa del ciprés,
la
tibieza del beso de los seducidos
y
un suave eco les deja al pasar
casi
inaudible como una mueca
de
amor no redactable.
¿Y
cómo dibujarla?
Un
genio tal vez en su olimpo opimo
tendría la ventura de manejar herramientas
apropiadas
con su cerebro.
Pero
esa campana tiene tal humanidad escondida
y
tan difícil contarla,
que
parece que sólo a ojos de ángeles
-si
los hubiera-
sería
posible dar palabras
a tan extraordinaria condición.
Nená de la Torriente