Es
la natural condición
de
la hierba estar crecida
o
inclinada,
que
se deja mover por las manos
del
viento, o por las pies
de
cualquiera.
Y
no es menos hueste por su
horizontalidad
o por su altura,
ni
ocupa menos,
pero
alguno puede subestimarla
por su quebrantable sitio.
Cuando
el verde te atrapa,
no
hay sábana, edredón, lluvia fina,
sencillo
rezo cercano y más diáfano
que
el abrazo de la hierba en un cuerpo
que
no pertenece a ningún sitio.
Nená de la Torriente