Llámame por mi
nombre
y que la
sombra me adelante,
que construya
pensamientos a solas
donde no nos ensamble la luz.
Sí, llámame por mi
nombre,
ese con el que tú
me retratas,
me
acaricias, me descifras, me detallas.
Déjame llevarme de
la mano
sin uniformes ni ceremonias.
Qué importa si
cruzo la calle y me pierdo,
si barrunta esta
trenzada melena
en lugar de mi
mente.
Qué importa que
los días quieran pasar
por mis dedos,
si su única
intención es aferrarme
allí donde el
espacio no se cuantifica.
Anímame a vivirme
en ese puñado de instantes
que no precisen de academia,
ni siquiera de aprestados métodos
que no hayan oído hablar
de mi fragilidad.
Nená de la Torriente