viernes, 3 de octubre de 2014


Ojala que este barco y 
todos cuantos he habitado 
comprendieran el mar, 
que me llevaran sin miedo 
de una punta a otra 
del agua. 

Tal vez debí tomar 
senderos de montaña 
y huir de las costas,  y 
de todos sus avenimientos, 

pero el color siempre ha sido 
demasiado brillante, 
un reclamo fantástico 
para mis ojos de luna. 

Hallar una cierta  estabilidad 
en el movimiento 
-eso  que tanto me seduce-, 
ha llenado mis páginas 
con la memoria del ángel, 

porque ahora sé 
que el cielo lo formula el golpeo de las alas,

en su eterna búsqueda. 



Nená de la Torriente