Ojala que este barco y
todos cuantos he habitado
comprendieran el
mar,
que me llevaran
sin miedo
de una punta a otra
del agua.
Tal vez debí tomar
senderos de montaña
y huir de las
costas, y
de todos sus avenimientos,
pero el color siempre
ha sido
demasiado brillante,
un reclamo
fantástico
para mis ojos de luna.
Hallar una cierta estabilidad
en el movimiento
-eso que tanto me seduce-,
ha llenado mis páginas
con la memoria del ángel,
porque ahora sé
que el cielo lo formula el golpeo de las alas,
en su eterna
búsqueda.
Nená de la Torriente