jueves, 9 de octubre de 2014


Detengo el pulso para dejarte pasar. 

No sé quién soy y acaso no importa,  
que de andar se descubren otros misterios 
menos cerca de uno y de la propia identidad, 
pero más próximos a ese estado de anuencia 
con el mundo. 
El árbol no se tiene en común número, 
ni en ser,  ni en acuerdo,  y 
renueva con oxígeno los espacios, 
tampoco una a una las gotas de lluvia 
que amamantan los campos, 
ni el enorme sol con su incesante movimiento. 
No me tengas miedo, 
que mi yo no busca definirse 
como tantos que van buscando cautivarse 
en un sólo punto. 
No, 
no voy a respirar tan alto 
que este equilibrio 
se desvanezca. 



Nená de la Torriente