Soy feliz gracias
a esta misericordia
que me concedo
por tantas cosas
imprudentes;
y sé que en ese
acto,
una parte del mundo está conmigo.
Soy feliz cuando
duermo,
porque dejo entrar
a quien no conozco
y le invito a
pasear por mis cosas,
y cuando sonrío al
que me cruzo
sin esperar que se
pronuncie.
Soy feliz cuando
me olvido
de que el gris es
una forma de equilibrio,
y veo sólo colores
en infinitas escalas,
o cuando la lluvia
generosa ensordece
cualquier otro
sonido
y me deja ver el mar
dentro de sus gotas.
Feliz cuando me
recuerdas
disponiendo de mi
nombre a solas,
y cuando los
caminos confluyen
sin exigirse permanencia.
Soy feliz cuando
no espero,
cuando observo la
llama de la vela
en su
transparencia,
y puedo hasta vibrar con ella
en lo alto de su cenotafio.
Nená de la Torriente