Te veo quieto, asustado,
como un niño
que aún no le han
posado en el regazo.
Arrugas la nariz y
abres mucho los ojos,
unos ocelos como
nubes contenidas
que sólo saben
contarse la gotas de agua
¿Tú cuántas
llevas?
¿Viajarás muy pronto?
Sólo sé que me
desarmas
porque aún no
sabes quién eres, y
piensas que ya has
vivido demasiado,
y me arrastra la
indiferencia de tu pulso
hacia el mío
porque aún no has
entendido ¡la música!
Sigues afinando
los instrumentos
como un aprendiz
pequeño
que sólo sabe
afinar sonidos.
No te alejes de mí
demasiado
o hazlo a toda
prisa
y ¡vete!
Porque soy la
madre,
el padre,
el
amigo,
el consuelo,
la vida
que se te ha resistido siempre.
Nená de la Torriente