sábado, 31 de agosto de 2013

He desnudado un poema. 
Aún me sangran las manos 
por mi torpeza, 
en este desvelo inadecuado 
en este desabrigo inoportuno.
Yo sólo quería abrazarlo más adentro, 
quererlo con más firmeza, darle
lo que yo he extrañado en tantos años 
de pobreza, 
en todo este tiempo de aturdimiento. 
Pero míralo ahí arrinconado, 
roto su velamen,  varado en tierra. 
Ya no es una embarcación. 
Todo por mi impaciencia. 
¿Ahora quién cruzará los océanos? 
¿Quién llevará de orilla a orilla todo 
ese amor que puso en sus letras? 



Nená de la Torriente









































Nená de la Torriente
-30 de septiembre de 2013-


Cómo decirte qué sentí 
en esa bocanada fría. 
Qué parte de mí se hirió 
y cual hablaba con sonidos 
reales. 
Una palmera,  dos,  tres. 
Los juncos donde siempre imaginé 
que encontrarían a aquella chica fallecida. 
El olor de lo hueco 
como esperma de futuro. 
La bendición de todas las nubes juntas, 
una a una saludándome con ternura. 
En el avión el niño tenía sed, 
estaba sediento,  tenía sed. 
Quería agua. 
Tenía sed. 
Tenía sed. 
Tenía sed. 
Sonaba como el despertador 
del lunes. 
Oprimí el off y seguí durmiendo. 




Nená de la Torriente

jueves, 29 de agosto de 2013

Tenemos una estrella 
en algún pliegue de la piel, 
todos, 
indiscriminadamente. 
Unos la encuentran y otros no,
y se precipitan en desaliento. 
Un punto brillante,  gemelo 
de otro mayor,  arriba, en el azul 
cobalto. 
Una fuerza que nos levanta y 
tira de nuestra cerviz como porta 
la leona a sus cachorros. 
No te preocupes raíz,  las cosas rotas 
se engrudan o evolucionan. 
No hay nada en nuestra naturaleza 
humana que sea insondable. 




Nená de la Torriente

miércoles, 28 de agosto de 2013

La música es un eco del mundo invisible.
           Giuseppe Mazzini

Despacio cruzaste la línea que servía de puente, 
despacio la consciencia perdió el nombre de 
todas las cosas, 
despacio burlaste el orden y las dimensiones 
para llegar a este mundo sin formalidades. 



Despacio sentiste el agua en tus pies desnudos, 
despacio tu cuerpo dejó de pertenecerte, 
despacio te engulló el beso en un acorde 
y quedaste amorosamente quieto. 
Despacio el tacto compuso melodías, 
despacio un coro de voces el abrazo, 
despacio te hiciste habitante de este mundo,  y 
se llenó de luz la propia luz más rutilante. 




Nená de la Torriente
Cuatro perros ladraban ahí afuera. 
A uno le he entendido. 
Decía que en el mundo estaba tronando,
que de Oriente Medio 
venían olores a humos tóxicos y a bombas de guerra, 
y que adónde irían todos los seres. 
Los otros tres le han mordido. 
He bajado corriendo las escaleras 
y le he recogido, 
me ha dado una tarascada. 
Los dos hemos subido sangrando. 
Él se quejaba y yo estaba llorando 
pero ninguno de los dos por nuestras heridas. 
Le he lavado,  me he lavado, 
he puesto una venda a su pata 
y otra venda en mi brazo. 
Cuando se ha hecho el silencio 
nos hemos mirado, 
con esa intensidad que no necesita fonemas 
y los dos al unísono hemos aullado. 





Nená de la Torriente

martes, 27 de agosto de 2013

-Plantar pestañas-



Disimulado queda ese olor a sal 
y la caracola marina en el rizo de mi pelo, 
pero no vendrán otras cosas, 
tantas,  que caen una a una mis pestañas 
para plantarse en su suelo. 
Ya no eres de ninguna parte, 
tampoco eres de todas, 
tal vez nunca haya un lugar donde mis huesos 
busquen un destino con orgullo de procedencia. 
Eso de vivir aquí dentro sin relojes 
pasa factura,  y las horas de avión, 
que primero fueron de trenes, 
y aquellas otras por pura diversión en coche. 
Demasiados kilómetros para sacarle la lengua 
a las vallas,  para comprobar lo cerca que está todo, 
y la lejanía que existe con el propio cuerpo. 
Uno se despega de los sitios despacito, 
viviendo de recuerdos estrechos que se instalan, 
y que van constituyendo otra realidad. 





Nená de la Torriente
Nos queda una intelectualidad 
que consume autores, 
no los digiere,  los memoriza, 
como quien mastica 
hojas de guías telefónicas. 
Nos queda una forma de amar 
que no quiere cambiar 
por llevarse bien con la tosquedad, 



que no se detiene 
a sentir,  a pensar 
quién es ese otro yo a quien quiere. 
Nos queda un puñado de alubias 
en un cajón que 
se han quedado secas, 
porque nadie sabe guisarlas. 
Nos quedan ríos llenos de peces 
que nadie sabe pescar,  y 
campos por allanar para hacer huertos 
que jamás serán cultivados. 
Nos quedan buzones taponados 
con inútil publicidad 
y ordenadores calientes, 
personas que no se tocan 
si no es para tener sexo. 
Nos queda la visión del mar 
como un increíble e inmenso sumidero, 
y una luna que no puedes ver 
si estás en una gran ciudad. 



Nená de la Torriente
-Breve Hipo de martes-

 Cuestionarse lo que sabemos es bueno,  es como una ITV necesaria.
A los ‘yo soy así y no voy a cambiar’,  les rechinan las suelas de los zapatos
y seguro que sus ronquidos se escuchan en Babia,  si es que no tienen apnea.
Cuestionarte lo que no sabes,  es estúpido de suyo ¿qué te cuestionas,  dime?
He conocido a tanto iluminado de velita plácida,  que no entiendo cómo su propio humo no les ha aturdido hasta la asfixia.
Quererse,  tenerse en lo que es uno,  de ser es lo suyo. Ser un ‘yoista’ es de recibo,  no vas a ser un ‘tuista’,  sería síntoma suficiente para llevarte a un médico -carne de secta, sentenciarían-
Hay tantas personas brillantes que desconocen su brillo,  que me aflige que entre tanta contaminación lumínica anden ciegas,  pero si no se ven ellas
¿quién va a colocarles una flecha de neón luminosa?





Nená de la Torriente

lunes, 26 de agosto de 2013

Mira mis manos, 
en ellas está ese imposible 
en el que no crees. 
El amor diario,  el profano, el salvaje, 
el que canta blues y jazz descalza 
y una nana con tacones de aguja. 
Unos labios te hablarán sin hablar 
de lo que tú quieras, 
que no será nunca lo que estás pensando. 
Mira mis ojos,  será lo que encuentres en noches 
oscuras,  a tu lado siempre, 
discutas o no discutas,  seas o no diferente. 
Porque nadie quiere un mueble a su lado 
ni un clon que colme su espacio con los mismos 
colores, 
pero si un yo que defienda lo suyo y que espere 
refugio en estos ojos verdes con el canto del gallo, 
porque ellos se verán en ti como un yo diferente. 




Nená de la Torriente
Lecturas en el hilo del equilibrista, 
hacia un lado,  hacia el otro. 
El legado de los jardines son las flores, 
sus olores,  el colorido intenso y el remanso 
de calma que alcanzan. 
No hay una diana,  hay tantos blancos que 
el tirador se confunde, 
él mismo puede ser un objetivo.  



Cuando las cosas son de lectura sencilla 
me recuerdan a los jardines, 
plácidos recorridos donde se logra la calma. 
Algunos equilibristas manejan el contrapeso 
como si no existiera, 
con una exactitud vertiginosa, 
son la misma palabra recién nacida 
lavada en aguas. 
Otros,  sin embargo, 
siempre están expuestos a su propio desequilibrio, 
y porten lo que porten, 
el verso envejece vencido 
marcado para el desguace. 




Nená de la Torriente

domingo, 25 de agosto de 2013

No te preocupes estoy contigo. 
Las cosas sólo son cosas ¡porca miseria!, 
nuestra propia desnudez es lo más bello 
que ocultamos,  y no el tapiz que cubre 
nuestros huesos. 
Podrás sentirte solo contigo 
pero volverás a reconquistarte; 
yo no voy a irme a ningún lado, 
justo aquí,  y ahí y allí, 
cobrándome todo tu contorno 
en un abrazo. 
Los caminos tienen paradas de bus, 
unas se detienen más que otras, 
pero es igual,  mira a tu alrededor, 
no estás solo 
y el autobús siempre continúa. 

¡Un céntimo porque cada gota de lluvia 
en agosto! 




Nená de la Torriente



En la oscuridad ya no somos sombras, 
habitamos la misma habitación en distancias 
largas. 
No enciendas el farol y aguarda las noches 
sin luna,  cuando pasear es sólo un ruido de 
tacones. 
No arrastramos cuerpos que estirar ni lastrar  
donde empujar el ánimo,  bebemos de copas 
transparentes,  la palabra se esfuma en un aire 
sin aire,  que rebota en su oquedad en forma de eco. 
Dijo ¡te quiero,  ero,  ero,  ero,  ero…! 
En esas noches ¿a quién le importa eso? 
En la oscuridad ya no somos sombras, 
la gravedad del día y de vivir la perdemos. 




Nená de la Torriente

-No se lo digas a nadie-

Por instantes me recuerdas al cuco 
con su austero canto, casi de niño. 
Ojala existieran momentos como escenas 
en un teatro de marionetas,  donde poder 
sujetar o cortar los hilos a capricho, 
esto pasó,  esto no ha pasado. 
Pero en el fondo no me importa,  no es algo 
que pediría por Navidad. 



Tampoco creo que todo enseña,  no, 
eso es un triste consuelo estúpido. 
Sí congelaría momentos de felicidad ingenua 
donde el término felicidad no se pronuncia, 
porque aún no sabía qué significa 
y no los agrando ni los magnifico, 
sólo los dejo estar y ellos me llevan. 
Arriba en la cabaña de Regina cuidando ganado 
tumbadas en el verde. 
Sobre el carro que llevaba Antonio junto a Anita, 
sentada en las tablas que tanto se movían. 
Recogiendo patatas en el sembrado de Oliva. 
Conduciendo el mini de Titá de la facultad a casa 
día tras día. 
La calle Huertas cada fin de semana, 
sin faltar a una cita. 
Los ligues o “refresquillos” en el madrileño más 
castizo,  los novios,  palabra desterrada para siempre, 
los besos en las esquinas. 
Los poemas en las servilletas de todos los baretos 
a cualquier hora del día. 
Pisga,  Porro,  Kien,  Coco… Todos los perros,  todos 
los queridos gatos caídos. 
Los viajes en el tren correo con mi hermano Suso, 
siempre con gente distinta, 
con mil historias curiosas. 
Granada de la mano de Irving. 
El embrujo de Irlanda,  la puerta de Europa. 
Body,  mi compañero. 
El intento desesperado de borrar las historias feas y 
llegar a la amnesia voluntaria, 
una amnesia que se ha comido con voracidad muchas 
más cosas de las que quería. 
Cientos de lecturas extrañas. 
Veinte años en una isla. 
¿Sigo siendo yo? 
Déjame pensar ¿Me queda tiempo? 
Mª Ángeles ¿Me queda tiempo? 
Tú me dirías que sí,  que todo el tiempo 
del mundo,  y yo ya no sé que pensar. 



Nená de la Torriente


Cuando todo se inclina irreal 
y parece que te han dado la vuelta, 
no hay nada que pueda serenarte 
porque el cúmulo es absurdo, 
enteramente disparatado,  y 
no lo has cambiado tú. 
Ya no importa el hecho de que 
tengas que adaptarte a este nuevo orden, 
ni que tu sangre bombee a una velocidad u otra, 
ni siquiera que la sorpresa sea grata o 
ingrata, 
todo se tolera en los cambios de lance. 
Pero lo que no se consiente,  ni se aprueba 
es que a uno le tomen por idiota. 
En esta fantástica España de siglos de lenguas 
viejas,  de historia marcada a fuego, 
de Góngoras complejos y reflexivos, 
de rápidos y agudos Quevedos, 
que nos regalen mulas por ‘pura sangre’ 
es como para caerse muerto. 




Nená de la Torriente

sábado, 24 de agosto de 2013

Extraño ser quien salga 
a buscar las letras, 
y que no sean ellas 
las que me encuentren. 
Extraño alzar los tobillos 
por encima de la gente 
buscando un rostro querido, 
y no tener la vista ausente 
en pequeñas cosas que el azar 
me muestra. 
Extraño el motivo más allá del motivo 
de mover estas piernas 
y cruzar la calle sonriendo 
con un 'porque sí' mísero. 
Extraño las fugaces por la noche 
en una ciudad cualquiera,  
a pesar de sus luces cegadoras, 
y el olor a leña en ese mismo lugar. 
Extraño que la niñez pase tan deprisa 
para tantas personas, 
y que otros nos quedemos enganchados 
en los tendales con media piruleta. 
Extraño las sonrisas de todos 
los que me cruzo,  y los saludos 
necesarios para hacer de los días 
un mundo más grato. 
Extraño los abrazos,  siete al día por lo menos, 
como los siete vasos de agua, 
o los siete tragos para acabar con el hipo. 
Extraño no seguir extrañando y confluir 
con las cosas perdidas,  como me reúno 
con las cosas halladas, 
como el que acepta sin más que está viviendo. 




Nená de la Torriente
-¡Ah, esta vida!-



Cada uno sabe bien lo que porta y lo que importa, 
lo que hace y deshace,  compone y descompone. 
La palabra hace curvas y quiebros,  pequeñas 
muecas en un papel que ya no se horroriza de nada. 
Por eso muchas veces las palabras estorban y sobran los 
intentos de salir a flote en océanos de errores 
y despropósitos,  donde lavarse la cara es ridículo cuando 
estás en medio del agua. 
Al menos el cariño que todo lo remansa,  baila los derrumbes 
a paso lento,  y lo que ya no es normal lo vuelve diferente 
y lo abraza con la ternura de siempre,  borrando 
lo que no debió de ocurrir nunca,  pero fue inevitable. 





Nená de la Torriente

viernes, 23 de agosto de 2013


Tú me enseñaste que debía quererme 
como se quiere la luna redonda 
en noches sin ninguna estrella. 
Me enseñaste que debía quererme 
como el ramillete de amapolas 
que se abre con orgullo 
para recibir al rocío. 
Tú me enseñaste a golpear la ventana 
y sentir que el sol me besaba sólo a mí 
en las mejillas. 
Me ayudaste a verme bonita,  como 
un caleidoscopio de infinitas piezas. 
Tú me enseñaste que siempre,  siempre, 
debía quererme a la altura de los ojos. 




Nená de la Torriente
Si este otoño baja besando las aceras 
voy a vestirme de primavera. 
Cien jazmines en el pelo 
y violetas en la cintura. 
Así cuando vaya caminando iré 
oliendo a jardines,  y a pieles que 
se abren al propio centro de la vida. 




Mírame la sonrisa,  que para cuando caigan 
las primeras hojas,  voy a bajar rodando 
como la misma lluvia,  en escuadrones esféricos. 
Y verás nacerme hermosos tallos en las uñas, 
y flores rosas en las mejillas, 
porque si este otoño baja besando las aceras… 
Voy a vestirme de primavera. 




Nená de la Torriente
Sobre los pastos secos 
y el olor de tierra que reclama lluvia, 
andan mis pies mojados. 
Lame cada huella la paja seca 
y mis ojos se pierden en el lánguido azul 
del cielo en explanada. 
A los pájaros les falta su tabla de skate 
para andarla de parte a parte,
y rodarla 
como se rueda el hormigón liso. 


Que no rece el lauro que él sigue creciendo 
aunque amarilleen sus hojas, 
y que se detengan mis piernas, 
que por mucho que corra no llego al tañer 
de campanas,  ni logro averiguar si son ellas 
las que suenan 
-siempre hermosas-, 
o nacen de cualquier mecanismo 
en la pequeña ermita. 


Al perrón se le caen las lanas, 
cada vez que le encuentro le hago un par de trenzas 
para sujetárselas, 
él me lame la cara,  sabe que se va quedando 
despeluchado y le incomoda. 
Las horas atraviesan los días de manera insolente, 
como en una carrera de motos sin asfalto. 
Laura dice que en cualquier momento 
pondremos otro mes en el calendario, 
y así haremos que todas las horas, 
con todos sus minutos,  se precipiten 
por el acantilado.  




Nená de la Torriente