jueves, 8 de agosto de 2013

Audaz el viento se cuela 
en las hojas de las palmeras, 
como huesos largos de ahusados 
dedos en inmensas manos. 
Desde la ventana se vacía el olor 
a cuerpos e irrumpe el olor a sal 
y a robo de memoria. 
La mañana limpia las noches en vela, 
los pecados del pensamiento, 
las ciento una negaciones, 
y los golpes en el suelo de la carne. 
No amanecemos al tiempo, 
el color se muestra con una escala 
de verdades dolorosa, 
hasta que culmina el naranja en oro 
y uno se disuelve en sí mismo 
sin hacer preguntas. 




Nená de la Torriente