viernes, 23 de agosto de 2013

Sobre los pastos secos 
y el olor de tierra que reclama lluvia, 
andan mis pies mojados. 
Lame cada huella la paja seca 
y mis ojos se pierden en el lánguido azul 
del cielo en explanada. 
A los pájaros les falta su tabla de skate 
para andarla de parte a parte,
y rodarla 
como se rueda el hormigón liso. 


Que no rece el lauro que él sigue creciendo 
aunque amarilleen sus hojas, 
y que se detengan mis piernas, 
que por mucho que corra no llego al tañer 
de campanas,  ni logro averiguar si son ellas 
las que suenan 
-siempre hermosas-, 
o nacen de cualquier mecanismo 
en la pequeña ermita. 


Al perrón se le caen las lanas, 
cada vez que le encuentro le hago un par de trenzas 
para sujetárselas, 
él me lame la cara,  sabe que se va quedando 
despeluchado y le incomoda. 
Las horas atraviesan los días de manera insolente, 
como en una carrera de motos sin asfalto. 
Laura dice que en cualquier momento 
pondremos otro mes en el calendario, 
y así haremos que todas las horas, 
con todos sus minutos,  se precipiten 
por el acantilado.  




Nená de la Torriente