martes, 27 de agosto de 2013

Nos queda una intelectualidad 
que consume autores, 
no los digiere,  los memoriza, 
como quien mastica 
hojas de guías telefónicas. 
Nos queda una forma de amar 
que no quiere cambiar 
por llevarse bien con la tosquedad, 



que no se detiene 
a sentir,  a pensar 
quién es ese otro yo a quien quiere. 
Nos queda un puñado de alubias 
en un cajón que 
se han quedado secas, 
porque nadie sabe guisarlas. 
Nos quedan ríos llenos de peces 
que nadie sabe pescar,  y 
campos por allanar para hacer huertos 
que jamás serán cultivados. 
Nos quedan buzones taponados 
con inútil publicidad 
y ordenadores calientes, 
personas que no se tocan 
si no es para tener sexo. 
Nos queda la visión del mar 
como un increíble e inmenso sumidero, 
y una luna que no puedes ver 
si estás en una gran ciudad. 



Nená de la Torriente