Cuando
todo se inclina irreal
y
parece que te han dado la vuelta,
no
hay nada que pueda serenarte
porque
el cúmulo es absurdo,
enteramente
disparatado, y
no
lo has cambiado tú.
Ya
no importa el hecho de que
tengas
que adaptarte a este nuevo orden,
ni
que tu sangre bombee a una velocidad u otra,
ni
siquiera que la sorpresa sea grata o
ingrata,
todo
se tolera en los cambios de lance.
Pero
lo que no se consiente, ni se aprueba
es
que a uno le tomen por idiota.
En
esta fantástica España de siglos de lenguas
viejas, de historia marcada a fuego,
de
Góngoras complejos y reflexivos,
de
rápidos y agudos Quevedos,
que
nos regalen mulas por ‘pura sangre’
es
como para caerse muerto.
Nená de la Torriente