Cuatro
perros ladraban ahí afuera.
A
uno le he entendido.
Decía
que en el mundo estaba tronando,
que de Oriente Medio
venían
olores a humos tóxicos y a bombas de guerra,
y
que adónde irían todos los seres.
Los
otros tres le han mordido.
He
bajado corriendo las escaleras
y
le he recogido,
me
ha dado una tarascada.
Los
dos hemos subido sangrando.
Él
se quejaba y yo estaba llorando
pero
ninguno de los dos por nuestras heridas.
Le
he lavado, me he lavado,
he
puesto una venda a su pata
y
otra venda en mi brazo.
Cuando
se ha hecho el silencio
nos
hemos mirado,
con
esa intensidad que no necesita fonemas
y
los dos al unísono hemos aullado.
Nená de la Torriente