lunes, 12 de agosto de 2013

La ventana se ha roto y el poema se ha fugado. 
Yo no quería,  codiciosa de mí. 
No sé en qué estaba pensando, 
nos asfixiaríamos juntos, y todas las plantas 
de la casa,  hasta las moscas amotinadas 
irían cayendo. 



¿Quién le niega el aire a lo que está vivo? 
Ahora que veo correr a las nubes,  y 
distingo a lo lejos el bamboleo de los árboles, 
miro mis brazos e intento imitarlos. 
Me siento un árbol chiquito intentando 
echar raíces sobre un suelo de terrazo. 
Me detengo. 
Trato delicadamente de imitar a la nube, 
pero no puedo flotar como ella,  me caigo. 
Sé que la gravedad de ser pensante es una suerte 
y es un castigo, 
a veces no quiero pensar que pienso, 
quiero ser nube u hoja de árbol. 
Si la lluvia me llevara,  como se lleva en reguero 
las gotas de agua,  qué divertido sería, 
como cuando lloro y me abandonan las lágrimas 
y no pueden volver a mis ojos, 
ni esa lluvia a la nube de donde parte, 
a otra nube tal vez,  y yo quizá a otros ojos 
que miren distinto. 
La ventana se ha roto y el poema se ha fugado. 
Yo no quería,  codiciosa de mí, 
aunque lo entiendo, 
estaban hartos de mí, y 
de estas locuras interminables. 




Nená de la Torriente