Nunca
más una bahía,
mar
abierto,
mar
abierto.
Ni
buques, ni cruceros,
sólo
botes o llaüts.
Que
a los ojos se prendan
los
luceros, de uno a dos,
por
capricho,
anden
o no dormidos los ocelos.
No
quiero mapas de arena
ni
hijos de agua,
como
todas estas lágrimas
que
sostengo en el pañuelo,
ni
la debilidad de no saberme
a
cada instante, un trocito de materia
de
este mundo irregular.
Nená de la Torriente