Siento
miedo,
todos
los días siento miedo,
pero
no me refugio en un silencio
que
puedan morder los gatos,
como
corrusco de pan que
se
va quedando duro.
Me
asusta no saber qué,
no
entender cómo,
no
tener muchas respuestas,
pero
eso no impide que galope como
un
lokai que no quiere que le ensillen.
El
pánico se respira para fuera,
aliento
que nos otorga el acicate
para
sabernos en carrera,
fijándonos
al piso sin perder la vista
en
ese tal vez planeado porvenir.
Aunque
yo sólo sé planear como las
cometas…
Si
el miedo nos paraliza o nos enmudece
no
tendríamos más remedio que extirparlo
¿para
qué querríamos una cosa así?
Nunca
puede dominar una parte al todo,
escúchate.
Nená de la Torriente