lunes, 12 de agosto de 2013

Sobre este verde 
infinitamente diferente 
a tus ojos, 
a los míos, 
a los de aquel que pasa 
a la carrera. 

Sobre este verde de pasto 
y de melancolía, 
he sembrado lo que jamás fue mi cuna, 
pero sí quiso aferrarse 
como lecho de mi infancia primera;  

y esa manzana verde en el labio, 
el escalofrío fugaz en la nuca. 

Un soniquete de agua 
que decía ser la vida 
segundo a minuto, 
mientras mi pecho crecía. 

Sobre este verde,  sólo siento paz 
y un cierto juicio 
de saber que pertenezco 
al barro 
y a su maleabilidad tornadiza. 

¡Lluéveme junto al prado, 
lluéveme bajo toda esta esmeralda crecida! 

Corta los hilos que me unen 
a un infinito fantástico, 
que no me lleve el destino, 

dile que no me doblego, 
que jamás creí en él. 




Nená de la Torriente