Sobre
este verde
infinitamente
diferente
a
tus ojos,
a
los míos,
a
los de aquel que pasa
a
la carrera.
Sobre
este verde de pasto
y
de melancolía,
he
sembrado lo que jamás fue mi cuna,
pero
sí quiso aferrarse
como
lecho de mi infancia primera;
y
esa manzana verde en el labio,
el
escalofrío fugaz en la nuca.
Un
soniquete de agua
que
decía ser la vida
segundo
a minuto,
mientras
mi pecho crecía.
Sobre
este verde, sólo siento paz
y
un cierto juicio
de
saber que pertenezco
al
barro
y
a su maleabilidad tornadiza.
¡Lluéveme
junto al prado,
lluéveme
bajo toda esta esmeralda crecida!
Corta
los hilos que me unen
a
un infinito fantástico,
que
no me lleve el destino,
dile
que no me doblego,
que
jamás creí en él.
Nená de la Torriente