En
la oscuridad ya no somos sombras,
habitamos
la misma habitación en distancias
largas.
No
enciendas el farol y aguarda las noches
sin
luna, cuando pasear es sólo un ruido de
tacones.
No
arrastramos cuerpos que estirar ni lastrar
donde
empujar el ánimo, bebemos de copas
transparentes, la palabra se esfuma en un aire
sin
aire, que rebota en su oquedad en forma de eco.
Dijo ¡te quiero, ero, ero, ero, ero…!
En
esas noches ¿a quién le importa eso?
En
la oscuridad ya no somos sombras,
la
gravedad del día y de vivir la perdemos.
Nená de la Torriente