“Me bastaba con una caricia en el pelo,
con saber que él estaba cerca.”
A
estas alturas
ya no estoy para juicios de valor
de
adulto perspicuo,
siempre un peldaño más arriba,
ni
para la condonación de mis flaquezas.
En
realidad nunca lo he estado,
pero lo he sabido
muy tarde.
Tanto
resabiado, imbécil,
alma sensible cuando era
conveniente.
El
eterno egoísta dando lecciones,
pisando las flores
porque
su pie necesitaba
un lugar donde posarse.
Distintas
fórmulas
para el mismo rompecabezas,
casi todos idénticos.
Desvisten su receta
más tarde o más temprano.
Si
tienes suerte son diligentes,
si no ¡qué desgaste de vida!
Inseguros, tremendamente inseguros.
Exigentes, poco a poco,
sin
enseñar las redes,
pero sin admitir nunca que te están
demandando.
¡Libertad, libertad!
Se
les llena la boca de banderas
sin tela ni mástil,
ellos, que llevan siempre colgando
el cordón umbilical.
¿Dónde
están los buenos,
en las pelis de La Warner?
Nená de la Torriente