martes, 20 de agosto de 2013

-Vivencias-


“Me bastaba con una caricia en el pelo,
con saber que él estaba cerca.”


A estas alturas 
ya no estoy para juicios de valor 
de adulto perspicuo, 
 siempre un peldaño más arriba, 
ni para la condonación de mis flaquezas. 
En realidad nunca lo he estado, 
 pero lo he sabido 
muy tarde. 

Tanto resabiado,  imbécil, 
 alma sensible cuando era 
conveniente. 
El eterno egoísta dando lecciones, 
 pisando las flores 
porque su pie necesitaba 
un lugar donde posarse. 

Distintas fórmulas 
para el mismo rompecabezas, 
 casi todos idénticos.
  Desvisten su receta
 más tarde o más temprano. 
Si tienes suerte son diligentes,
  si no ¡qué desgaste de vida! 
Inseguros,  tremendamente inseguros.  

Exigentes,  poco a poco, 
sin enseñar las redes, 
 pero sin admitir nunca que te están 
demandando. 
¡Libertad,  libertad! 
Se les llena la boca de banderas 
sin tela ni mástil, 
ellos,  que llevan siempre colgando
 el cordón umbilical. 
¿Dónde están los buenos, 
 en las pelis de La Warner? 




Nená de la Torriente