Zapatos
del mes de septiembre
se hicieron cofres
para una luna de junio
que
no quería volver a ser astro,
cerraron
sus cordones para no perderla.
En
uno dormía ella,
en
el otro su mágico destello,
marcando
en plata su peculiar interior.
Ya
no andarían con pies algunos,
No
recorrerían montes ni pináculos,
no
vadearían ríos en balsas de caña,
ni
treparían a olivos centenarios.
Quisieron
ser los depositarios de su espejo,
magnético, poderoso,
desmesuradamente
afligido y solitario.
¿Qué
dañaría tanto a la luna tibia
del
mes de junio?
Nená de la Torriente