Perdóname, porque no entendí tu necesidad,
porque
llamé mentira a lo que sólo era soledad
angustiosa
en busca de un velero.
Perdóname, por no haberte protegido desde
mi
cubil roto, desde mi torpeza vestida de largo,
porque
no supe verlo con la humanidad precisa.
No
sabía lo que necesitabas y lo llamé como tú
lo
llamaste, debí anticiparme y no interpretar sin más,
lo
que una y ciento una vez escuchaba.
Nená de la Torriente