qué
placer es correr andando.
Ves
pasar todo tan deprisa
sin
agotar las piernas,
piernas, piernas, piernas,
que
se desdibujan,
y
el árbol,
árbol, árbol, árbol,
que
más parece un matojo
de
intenso verde
que
un tronco unido a unas ramas.
Mi
mente sabe bien donde se dirige,
bajo
un punto de luz permanente,
y
es que todo alrededor
ya
está sobrando,
porque
no ando-mirando,
llevo
corriendo mucho tiempo
con
la vista puesta en un solo punto.
Nená de la Torriente