Se
quedó sin verdades en sus manos de adulto,
añorando
aquel balón en sus manitas de niño.
El
agua de la lluvia no lava los surcos de la piel
de
las palmas, ni los deseos que malviven
en
la mente cansada.
¿A
dónde habrá que ir a curar los dolores mal
sanados, las cajas de Pandora de cartón de tinto,
los
temores infundados, las pequeñas cicatrices
que
crecen con los años y llaman a la puerta
cuando
nadie las espera?
Yo
te llevaría conmigo, como cargaría con las cruces
de
todos los que miro, pero he comprendido
que
de nada sirve,
ellas
vuelven a las espaldas de donde las arrebataron.
No
se trata de salvar al mundo,
sino
de que éste quiera ser salvado.
Nená de la Torriente