Ay, ay, ay
Me
seduce el rocío que se posa en el verde,
que
besa su hoja sin miedo,
las
palabras cortas y tiernas,
los
suspiros del alma con ansias
y
las noches huérfanas.
Me
sorprende esta cercanía de saberme cuerda,
y
suspirar loca lo que adivino
más
allá de esta ventana y de estos montes
bajo
el sol rojizo de agosto.
Me
derrumba la palabra sin sentido
y
el corazón que se mutila,
las
lágrimas del que olvidó la dicha,
el
silencio de la víbora que acecha
con su inclemente sorpresa.
Me
fascina el aire de la borrasca
y
la maleza hospedada en el suelo,
el
peso de la pluma y el peso de la roca,
mis
voces de nunca,
mis
fantasmas de siempre,
y
todas tus preguntas a medias.
Nená de la Torriente