sábado, 24 de agosto de 2013

Extraño ser quien salga 
a buscar las letras, 
y que no sean ellas 
las que me encuentren. 
Extraño alzar los tobillos 
por encima de la gente 
buscando un rostro querido, 
y no tener la vista ausente 
en pequeñas cosas que el azar 
me muestra. 
Extraño el motivo más allá del motivo 
de mover estas piernas 
y cruzar la calle sonriendo 
con un 'porque sí' mísero. 
Extraño las fugaces por la noche 
en una ciudad cualquiera,  
a pesar de sus luces cegadoras, 
y el olor a leña en ese mismo lugar. 
Extraño que la niñez pase tan deprisa 
para tantas personas, 
y que otros nos quedemos enganchados 
en los tendales con media piruleta. 
Extraño las sonrisas de todos 
los que me cruzo,  y los saludos 
necesarios para hacer de los días 
un mundo más grato. 
Extraño los abrazos,  siete al día por lo menos, 
como los siete vasos de agua, 
o los siete tragos para acabar con el hipo. 
Extraño no seguir extrañando y confluir 
con las cosas perdidas,  como me reúno 
con las cosas halladas, 
como el que acepta sin más que está viviendo. 




Nená de la Torriente