Extraño
ser quien salga
a
buscar las letras,
y
que no sean ellas
las
que me encuentren.
Extraño
alzar los tobillos
por
encima de la gente
buscando
un rostro querido,
y
no tener la vista ausente
en
pequeñas cosas que el azar
me
muestra.
Extraño
el motivo más allá del motivo
de
mover estas piernas
y
cruzar la calle sonriendo
con
un 'porque sí' mísero.
Extraño
las fugaces por la noche
en
una ciudad cualquiera,
a
pesar de sus luces cegadoras,
y
el olor a leña en ese mismo lugar.
Extraño
que la niñez pase tan deprisa
para
tantas personas,
y
que otros nos quedemos enganchados
en
los tendales con media piruleta.
Extraño
las sonrisas de todos
los que me cruzo, y los saludos
necesarios
para hacer de los días
un
mundo más grato.
Extraño
los abrazos, siete al día por lo menos,
como
los siete vasos de agua,
o
los siete tragos para acabar con el hipo.
Extraño
no seguir extrañando y confluir
con
las cosas perdidas, como me reúno
con
las cosas halladas,
como
el que acepta sin más que está viviendo.
Nená de la Torriente