Cuánto
mal hace deletrear la soledad
y
mirar de frente aquel verbo que habló
de
compañía ‘siempre, siempre’,
emocionado
y convencido.
Debería
saber estas cosas como sé muchas
otras
parecidas, pero mi necesidad
hace
que las olvide ‘siempre, siempre’
como
aquel otro entusiasta.
Pero
luego apareces tú, detrás de
bambalinas
como una sombra,
para
recordarme que nadie está del todo
solo.
Que
en medio del lago, en la balsa,
el
niño está con otro niño,
esperando
que caiga un rayo en los leños
o
que un viento bonachón les acerque a la orilla.
(Gracias
intangible compañero)
Nená de la Torriente