Tiembla
la tierra, la voz se estrecha,
la
espiga engaña a la grana
cuando
el sol aprieta.
Ven
a mi bote de un solo remo
y te
llevaré a cualquier otra costa.
No
te quedarás conmigo
que
la mar se violenta y es celosa,
además, el hombre no sabe retenerse
ni un pequeño rato en tabla pequeña
sin
ponerse nervioso, sin dudar,
sin
enmudecer,
conozco
demasiados idénticos.
El
cielo no tiembla, se enoja,
hasta
cuando parece plácido piensa,
y
piensa como formar a las nubes en un ejército,
de
dos en dos, de seis en seis,
en
una fabulosa tormenta.
Plof, plof, plof, plof, plof,
como
canicas envía sus primeras gotas.
La
espiga lo sabe,
lo
sabe la tierra,
pero
el hombre y la mar no lo sospechan.
Sube
a mi bote y te alejaré de ella,
pero
no me mires con esos ojos porque
conmigo, aunque me hables de amor,
no
podrías quedarte.
Conozco
muchos como tú, idénticos.
Nená de la Torriente