mariposas
vivas
bajo
cristales rotos,
sin
tocar el polvo de sus
hermosas
alas.
Nosotros,
que mordíamos las manzanas
de
una en una
bajo
limoneros húmedos,
a
la luz de las luminarias.
Nosotros,
que parimos tréboles
de
cinco hojas en el vientre plácido
de las duras tapias,
que
se nos ha ido la edad
contemplando estrellas
atadas a sogas.
Nosotros,
que ya no existimos
para
tantas cosas, y
para
tantas otras nos cobijamos
en
el sabor amargo de las cervezas.
Nosotros,
que supimos, que entendimos
lo
que hoy es nada,
nos
queda la reja y el desprendimiento
de
las fachadas, la medio sonrisa
o
la gran carcajada,
de lo que ahora sabemos que fue un pasar.
Nená de la Torriente