pero
no hubo tiempo
a
decírselo a nadie.
Si
hubieras estado
la
luna habría mandado mensajes
con sello o timbre,
y
se acumularían los poemas
de
amor en las esquinas
de
una cama revuelta,
con
olores a sándalo.
No
nos tenemos
aunque
nos debemos una clase
de
amor desvergonzada
de
tanto columbrarnos,
como
los niños hacen grandes
los
corazones de tinta
sin
que lo entiendan los adultos.
Nená de la Torriente