En
esta semilla que aloja
el
alma,
no
existía el árbol ni la hoja,
ni
más palabras de amor
que
el amor mismo,
sin
éstas o aquellas letras,
ni siquiera la nube en su humedad
habitando
el beso.
En
esta semilla
sin
rincones conocidos,
la
curva no emergió
como
la cúpula de luz
en
la maitinada,
ni
la recta
con
su soberbio trazo
le
vino directa
de
un rehilete.
En
esta semilla, tan pequeña,
se
abarcaba la conmoción
de
todos los sentires,
la
piedad, la ternura,
la
pasión, la tristeza,
esperando de algún modo
a ser rescatadas.
Nená de la Torriente