Heridas
con precisión
que conocen la arteria.
Una
en la sien, la más absurda,
la
del hombre que quería bailar
conmigo,
conmigo,
pero
pisando mis geranios,
y
se vino a quejar después
de
que le sangraban las sandalias
¿es
que debía consolarlo?
Otra
en la frente,
la que menos esperaba,
la
niña de mi corazón había cambiado,
ahora
sabía herir buscando las grietas,
esas
que todos callamos.
La
tercera fue en la rodilla,
donde
se sujeta mi postura y mi confianza,
el
joven ajustó la palabra Locura
a
los rizos de mi pelo
sólo
por no entender la lección
¿es
que no debía aleccionarlo?
Tres
son las balas,
ninguna en el corazón,
que
sabiamente creía que debía protegerse
y
desertó hace días en busca de otro torso.
Me
dijo, nada amoroso:
“Estás
acabada”
Y
era cierto,
aún llevaba impregnado todo el cuerpo
con ese olor a muerto,
de
una historia de amor.
Nená de la Torriente