pensándose
natural protegerse
de
todos.
Cuánta
soledad arracimada por pisos
con
rutinas que se entrecruzan y
los mismos hibiscos en los balcones.
Son
conchas en la arena esperando al niño
que
las recoja,
pero
no lo saben todavía,
ni
siquiera escuchan el ruido del cubito de plástico
arañando
su espalda rugosa o nacarada.
A
penas sí se miran, como esas conchas ciegas,
hunden
los ojos en la humedad de la arena,
¿para
qué sentirse múltiple con otras?
Y
así pasan los días, de espaldas a otros ojos,
colocando
sus mantelitos,
tendiendo
su ropa,
como
si en el mundo no importara más que
su
propia conciencia de las cosas,
un espacio pequeño hecho a la medida de sus pies .
Pero ¿y su corazón, respira?
un espacio pequeño hecho a la medida de sus pies .
Pero ¿y su corazón, respira?
Nená de la Torriente