viernes, 6 de junio de 2014

Cuánta persona sola habitando colmenas, 
pensándose natural protegerse 
de todos. 
Cuánta soledad arracimada por pisos 
con rutinas que se entrecruzan y 
los mismos hibiscos en los balcones. 
Son conchas en la arena esperando al niño 
que las recoja, 
pero no lo saben todavía,  
ni siquiera escuchan el ruido del cubito de plástico 
arañando su espalda rugosa o nacarada. 
A penas sí se miran,  como esas conchas ciegas, 
hunden los ojos en la humedad de la arena, 
¿para qué sentirse múltiple con otras? 
Y así pasan los días,  de espaldas a otros ojos, 
colocando sus mantelitos, 
tendiendo su ropa, 
como si en el mundo no importara más que 
su propia conciencia de las cosas, 
un espacio pequeño hecho a la medida de sus pies .
Pero ¿y su corazón,  respira? 




Nená de la Torriente