En
la quieta inquietud dos vientres,
sordos y ausentes,
solos en
esa habitación nuestra
donde
de piel a piel un punto exacto,
confluyendo
en la sed de colmarse.
No
hay nada más en el mundo
que
este encuentro perfecto,
todo
lo demás no importa.
La
naturaleza y su ortodoxia conocen más
que
todas las jurisprudencias.
Un
te amo al oído, un abrazo pelágico,
ata
la razón-raíz que todo lo contiene
y ya
no hay forma de separarlos.
Lo
que fuera carne ahora es viento,
lo que fuera viento ahora es fuego,
hoja
pareja viva de otra hoja,
sereno basar de la existencia.
Nená de la Torriente